Por: Roberto Morejón
A punto de concluir su primer año de mandato, el conservador presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez, exhibe una ejecutoria continuista, similar a la de su predecesor Horacio Cartes, de espaldas a mayoritarias demandas sociales.
Fuerzas políticas opositoras y movimientos sociales criticaron duramente un reciente informe sobre el desempeño gubernamental rendido por Benítez, del reaccionario Partido Colorado, el mismo que aupó a la sangrienta dictadura de Alfredo Stroeesner.
El izquierdista Frente Guasú calificó la gestión del primer mandatario de deficiente y huérfana de una política efectiva de enfrentamiento a la desaceleración económica del país.
Si bien el estadista acusado de favorecer a los minoritarios grupos de poder proclama la ejecución de inversiones útiles, sus fustigadores aseguran que son ostentosas.
Abdo Benítez reconoció en el informe acerca de su misión la gravedad de la situación económica, aunque declinó responsabilizarse por ello.
En su lugar atribuyó las causas a factores externos como la crisis en Argentina y Brasil y la guerra comercial entre China y Estados Unidos.
Los antagonistas lo impugnan por apelar a un agudo endeudamiento a fin de paliar el déficit fiscal.
Para colmo, la política tributaria del gobierno paraguayo exime a los ricos de abonar más impuestos, y en su lugar castiga a los medianos y pequeños hombres de negocios.
La agricultura que sostiene al país con sus extensos cultivos de soya y algodón y la también prolija ganadería no escapan de los
señalamientos negativos.
El primer mandatario del país sudamericano fue acusado de privilegiar a los agroexportadores, en lugar de a los pequeños agricultores, de ahí que líderes campesinos hablen de un gobierno excluyente, sometido al dinero de los latifundistas.
Estadísticas oficiales calzan la apreciación censuradora, pues 94 por ciento de la tierra cultivable en Paraguay está en poder de grandes hacendados, en detrimento de la agricultura familiar.
En este cuadro rural resalta la ganadería por cuya ramificación trabajaron los grupos poderosos, a costa de la deforestación de casi 80 por ciento de los bosques y la expulsión de miles de moradores.
Con 24,2 por ciento de la población en la pobreza, Paraguay es ejemplo de país con crecimientos macroeconómicos basados en modelos generadores de desigualdades.
Se entiende entonces la magnitud de opiniones críticas hacia la prolongación de un poder absoluto de las viejas clases dominantes asociadas a gastadas maquinarias políticas, como la del pro-oligárquico Partido Colorado.