Por: Roberto Morejón
El aniversario 40 del triunfo de la Revolución Popular Sandinista se celebra en medio una feroz hostilidad de Estados Unidos y su servil OEA, con el apoyo de grupos opositores internos que alteraron el orden durante 2018.
Nicaragua es ejemplo de cómo una generación se curtió en la lucha clandestina y en la montaña hasta desalojar a una de las tiranías más sangrientas prohijadas por Washington, la de Anastasio Somoza.
Con una interrupción a partir de mil 990 cuando mediante las urnas se hizo del poder un gobierno neoliberal, el Frente Sandinista de Liberación Nacional con Daniel Ortega a la cabeza ha trabajado incansablemente por la justicia social.
Hasta la crisis de abril de 2018 cuando grupos antagonistas recurrieron a la violencia a través de delincuentes pagados, Nicaragua exhibía una economía pujante.
Situada entre los principales productores de carne de res, la nación también salió delante en la educación, pues el analfabetismo fue reducido a 12 por ciento.
La reforma agraria convirtió en propietarios a miles de labriegos sin tierra, el gobierno entregó viviendas y la pobreza se redujo de 42 por ciento en 2009 a 24 por ciento en 2016.
Los sandinistas trabajaron por la convivencia y buenas relaciones con todos los actores productivos incluyendo los privados.
Era lógico porque ese movimiento político representó una transformación social y afianzó la soberanía nacional.
Sin embargo, Organizaciones NO gubernamentales, de derechos humanos y grupos privados con dinero otorgado por instancias estadounidenses, distorsionan la realidad del mayor país centroamericano.
La virulencia de las facciones contendientes a partir de abril de 2018 y hasta bien avanzado ese año asombró al mundo, al igual que la desnaturalizada campaña para presentar al gobierno de Ortega como un régimen dictatorial.
El poder mediático internacional ignoró el terror sembrado por los golpistas apoyados por la ultraderecha estadounidense y cuestionó cifras aportadas oficialmente, como la del asesinato de 22 oficiales de la policía.
Tanto la administración de Donald Trump como el indigno secretario general de la OEA, Luis Almagro, intentan junto a los grupos opositores internos que en Nicaragua se adelanten las elecciones.
Asimismo pretenden desconocer el triunfo en los últimos comicios de Daniel Ortega con 72 por ciento de aceptación.
El diálogo al que convocó el presidente de la nación en 2018 sufre escollos por maniobras de los radicales opositores, inspirados en los exabruptos de Trump.
Sin embargo, los conspiradores no podrán desfigurar la ejecutoria provechosa para el pueblo nicaragüense del Frente Sandinista en el gobierno.