Por: Guillermo Alvarado
El endurecimiento de las políticas migratorias del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha puesto en relieve términos poco conocidos, como el “tercer país seguro”, categoría que insiste en que adopten naciones como México o Guatemala para contener el flujo de indocumentados.
La Casa Blanca presiona por todos los medios a las autoridades mexicanas para que tomen una decisión al respecto, si bien estas aducen que no tienen condiciones para asumir esa responsabilidad.
En el caso de Guatemala, el presidente Jimmy Morales se mostró dispuesto firmar un acuerdo sobre el tema, pero la oposición de organizaciones sociales, políticas e incluso de algunos sectores de su administración, le hicieron dar marcha atrás.
Ahora bien, ¿en qué consiste eso de “tercer país seguro” y por qué despierta tanta ojeriza entre quienes saben más sobre ello?
El término, que no es nuevo ni mucho menos, surgió de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados firmado por la comunidad internacional en Ginebra, en 1951.
Lo que establece en esencia es que cuando una persona se ve forzada a abandonar su país para salvaguardar su vida o su integridad personal y solicita asilo en otro, este puede negarse a recibirlo y enviarlo a un tercero, si considera que puede ofrecerle iguales garantías.
Ese tercer país, denominado como “seguro”, debe tener determinadas características, entre ellas garantizar que los solicitantes de asilo no sean retornados a su lugar de origen, darles derecho a empleo, vivienda, salud y educación, entre otros servicios, así como el de conseguir la reunificación de su familia.
De acuerdo con el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, un país sólo puede transferir a otro la responsabilidad de acoger a solicitantes de asilo, si ambos tienen condiciones similares.
Aquí es donde sale a la luz toda la perfidia de Trump de forzar a México y Guatemala de convertirse en “tercer país seguro”, sólo para quitarse un problema de encima.
Pedirle eso a Guatemala parece casi una broma de pésimo gusto pues, todo el mundo lo sabe, figura entre los más inseguros del planeta, con altísimos índices de violencia, millones de personas en la pobreza, carentes de vivienda, empleo, salud y educación. ¿Cómo, entonces, podría ofrecer a decenas, quizás cientos de miles de migrantes, lo que no puede darle a sus mismos habitantes?
Casi lo mismo pasa con México. Las ciudades donde están los expulsados por Estados Unidos mientras se tramita su asilo, son muy peligrosas y los servicios están al borde de la explosión. Trampas, mentiras, chantajes y vilezas, elevadas al rango de política exterior por el más insólito presidente de la primera potencia mundial.