Por: Guillermo Alvarado.
La más antigua empresa turística, y una de las más grandes e importantes en este sector, Thomas Cook Group, puso fin a 178 años de trabajo con una estrepitosa quiebra que está causando grandes pérdidas y daños a centenares de miles de personas, entre empleados y viajeros varados por todo el mundo.
En momentos en que se ciernen graves dudas sobre la marcha de la economía mundial y los principales organismos vaticinan una contracción del crecimiento, la caída de uno de los gigantes de la llamada industria sin chimeneas, está estremeciendo los pilares del universo de los negocios.
Como un tsunami ha calificado algunos lo ocurrido a lo largo de la semana desde que el consorcio británico se declaró en bancarrota y cesó abruptamente sus actividades.
Michalis Vlatakis, funcionario de turismo de la isla de Creta, en Grecia, dijo que existe un efecto dominó sobre hoteleros, proveedores, empresas de transporte aéreo y terrestre, de alquiler de automóviles, restaurantes y otros. Agregó que se necesitará tiempo para cuantificar el daño real.
Thomas Cook manejaba una parte importante del turismo en España, Grecia, Túnez, Turquía, Francia, El Caribe, Oriente Medio y Asia.
Como solía pagar sus cuentas al habitual plazo comercial de 90 días, son cuantiosas las deudas que están pendientes por la temporada de verano, la más importante de todo el año, lo que tiene en vilo a sus acreedores desperdigados por los más diversos puntos del planeta y que podrían generar una cascada de quiebras.
Mucha gente está impactada porque se trataba de una firma muy grande, con 20 mil empleados en todo el mundo y que generaba unos diez mil millones de euros de ganancias.
Sin embargo, hacía tiempo que este gigante, como muchos otros en el sistema capitalista, venía acumulando barro sobre sus pies con una adquisición sorprendente de deuda, que es el cáncer que consume a empresas y gobiernos en estos días.
Desde principios de siglo este consorcio sobrevivía gracias al crédito y en 2011 estuvo al borde de la quiebra, pero fue rescatada con un jugoso apoyo financiero. La deuda, sin embargo, se convirtió al final en uno de los clavos sobre su ataúd, unida a la incertidumbre sobre el futuro de la economía y, según dijo el profesor Torsten Kirstges al servicio de radio de la Deustche Welle, al aún indefinido proceso de separación del Reino Unido de la Unión Europea.
Si bien el brexit no es el factor desencadenante de la bancarrota, señaló Kirstges, sí influyó para que esta ocurriese.
Lo que viene ahora es una avalancha de demandas y veremos a las aseguradoras hacer los quites para evitar asumir responsabilidades, o al menos limitarlas, por lo que mucha gente va a perder su dinero, aparte de los que ya perdieron su empleo.
Cómo influirá esta quiebra en la marcha de la economía mundial es algo que tomará tiempo para estimarlo, pero de momento es un llamado de atención para aquellos, gobiernos o empresarios, que piensan que la deuda es una panacea para seguir haciendo negocios y conseguir ganancias a toda costa.