Por: María Josefina Arce
Los intentos de Estados Unidos de desprestigiar la ayuda solidaria que en materia de salud brinda Cuba a más de 70 naciones choca con la gratitud de incontables personas que en el mundo han salvado su vida, gracias a la rápida y esmerada atención de los médicos cubanos.
Son millones los que respetan a estos profesionales de la salud y admiran la actitud de la Mayor de las Antillas y su disposición de contribuir a garantizar un derecho humano esencial como el acceso a la atención médica.
Son personas que conocen del gran esfuerzo de Cuba, que no se detiene en elevar los índices sanitarios en su territorio, pero que tampoco olvida la esencia humanitaria de su revolución, a pesar de las dificultades que impone desde hace casi sesenta años el bloqueo norteamericano.
Una política que constituye una violación masiva, flagrante y sistemática de los derechos humanos y que se ha recrudecido tras la llegada a la presidencia en 2017 de Donald Trump.
Es la salud precisamente uno de los sectores más impactado por las sanciones norteamericanas. Entre abril de 2018 a marzo de 2019 los daños provocados por el bloqueo de Estados a la salud pública sumaron más de 104 millones de dólares.
La genocida medida incide en la imposibilidad de adquirir en el cercano mercado estadounidense medicamentos, reactivos, piezas de repuesto para equipos de diagnóstico y tratamiento, instrumental médico y otros insumos necesarios para el funcionamiento de esa esfera.
En ese sentido el informe sobre los daños que ocasiona a Cuba el bloqueo, presentado en septiembre pasado en La Habana por el canciller Bruno Rodríguez, pone como ejemplo que la compañía Medicuba S.A. realizó 57 solicitudes a homólogas estadounidenses para la compra de insumos destinados al sistema de salud, sin recibir respuesta de la mayoría, mientras tres alegaron que por las regulaciones del bloqueo no pueden vender a Cuba ningún medicamento o equipo médico.
En la mayoría de los casos la adquisición de esos productos debe hacerse entonces en mercados geográficamente distantes, lo cual dificulta, encarece y retrasa el acceso de los pacientes a ellos.
No contar con el medicamento o la tecnología idónea para la atención de una enfermedad ha resultado, en algunos casos, en la imposibilidad de salvar una vida.
Más allá del costo económico que provoca la criminal medida, está el dolor y sufrimiento que ocasiona a múltiples familias. El bloqueo norteamericano pone en riesgo la vida de los cubanos, en especial de niños aquejados de diversas enfermedades, a quienes les niega el derecho a crecer y desarrollarse sanamente.