Por: Guillermo Alvarado
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y sus aliados de la ultra derecha no tienen límites en sus ambiciones y ahora amenazan a México con una intervención militar, utilizando como excusa el repudiable ataque contra una pequeña comunidad mormona, que dejó al menos nueve fallecidos, entre ellos varios niños.
El grupo habita en una zona de muy alto riesgo, en los límites de los estados de Chihuahua y Sonora, donde los carteles de la droga se disputan el territorio para trasegar los estupefacientes hacia la cercana frontera norte.
Varios miembros de esa comunidad con doble nacionalidad, mexicana y estadounidense, se trasladaban en una caravana formada por algunos vehículos cuando fueron atacados por hombres armados que dieron muerte allí a una mujer y sus cuatro hijos, entre ellos dos bebés gemelos.
Poco después fueron descubiertos los cadáveres de otras dos féminas y dos niños, en lo que constituye la peor matanza ocurrida durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien heredó hace once meses un país sumido en la violencia.
La absurda guerra contra el narcotráfico impuesta por Washington al país latinoamericano ha costado cientos de miles de víctimas y el período más letal fue el de la administración de Enrique Peña Nieto, de 2012 a 2018, cuando perecieron 156 mil personas, sin que por eso disminuyera el flujo de drogas hacia el principal mercado de consumo del mundo, ubicado en Estados Unidos.
Ante la más reciente tragedia el jefe de la Casa Blanca, Donald Trump, ni corto ni perezoso quiso aprovechar la oportunidad para intervenir al otro lado de la frontera y ofreció a López Obrador la participación de su ejército para combatir a las mafias.
Según el magnate presidente, “Estados Unidos está listo, dispuesto y capaz de involucrarse y hacer el trabajo de manera rápida y efectiva". Legisladores y algunos medios de comunicación apoyaron esa iniciativa e incluso The Wall Street Journal llegó a proponer una invasión militar a México para eliminar esas bandas.
Nada le encantaría más a Washington que poner de manera directa las botas del Pentágono en tierra mexicana, de donde no saldrían fácilmente.
La respuesta del lado sur del río Bravo no pudo ser más sensata. México, dijo López Obrador, atenderá esta situación de manera independiente y haciendo valer su soberanía, por lo que no será necesaria la “ayuda” estadounidense.
Agregó que no coincide con la visión de declarar una guerra de gran intensidad para terminar con el crimen organizado.
Si esa hubiese sido la actitud de los tres gobiernos anteriores, ese pueblo se habría ahorrado innumerables sacrificios y en estos momentos no habría territorios bajo control de bandas armadas que imponen sus leyes y disputan el poder al Estado.
El problema no se resuelve con armas, sino disminuyendo el consumo y desarticulando el enorme poder financiero de los grupos ilegales y ambas cosas radican en territorio estadounidense, algo que Trump se niega a aceptar.
Reitero una vez más la vieja y desatendida fórmula de que desaparezca la demanda, y desaparecerá la oferta. Si Trump está decidido a poner fin al narcotráfico, que legisle, que prevenga y que atienda a la gran masa de adictos que habitan en su país.