Por Susana del Calvo
Los colaboradores cubanos merecen una medalla al valor, son muy disímiles las situaciones que tienen que enfrentar y lo hacen con una sonrisa en los labios, por sólo poner un ejemplo, aquellos que fueron al África, sin que las piernas les temblaran, a combatir la epidemia del Ébola, enfermedad altamente letal.
He tenido el privilegio de compartir con ellos en diferentes regiones del mundo y siempre me he sentido orgullosa por la labor que realizan.
Si ya han cumplido misión alrededor de cien mil profesionales es porque algunos tienen más de una. Los que se han quedado aquí cumplen otra muy importante, suplir la labor de los que no están y mantener los niveles de salud alcanzados en estos 60 años con tanto esfuerzo y horas de sueño por la atención a los pacientes o la constante superación.
Las nuevas tecnologías son todo un reto, pero ellos se preparan en Cuba y en el extranjero para cuando lleguen al país ya puedan utilizarlas y generalizarlas, de ahí que también ejerzan la docencia.
En Venezuela, la misión Barrio Adentro tiene la atención primaria que llega a todos los rincones de ese país, hasta en las llamadas zonas de silencio, donde no es posible la conexión a Internet, ni telefónica, y el acceso es muy difícil.
Pero están también las Salas de Rehabilitación que son sinónimo de lucha por una mejor calidad de vida, los Centros de Diagnóstico Integral y los de Alta Tecnología con una atención especializada para los casos que lo necesiten, con los últimos avances de la ciencia y la técnica. Eso demuestra que la cooperación Sur-Sur es posible con la voluntad política del Gobierno bolivariano y el de Cuba.
Ante la arremetida de la derecha financiada por Washington, Cuba se retiró del programa Más Médicos de Brasil donde el pueblo lloraba al despedir a aquellos que le hicieron tanto bien, los cuidaban y ahora saben que han quedado desamparados.
La violencia en Bolivia se hizo sentir, pero todos sabían que Cuba no los abandonaría y llegaron para abrazar la tierra que los vio nacer.
Fuimos a recibir a los que llegaron de Brasil, Bolivia y Ecuador. Nunca había escuchado vibrar nuestro Himno Nacional de forma tal que las voces estremecieron las paredes, por el orgullo de ser cubanos.