Por: Guillermo Alvarado
Casi dos millones de personas salieron a las calles en las principales ciudades de Francia en los últimos días para protestar contra la reforma al sistema de pensiones que se empeña en llevar adelante el presidente del país europeo, Enmanuel Macron, que echaría por tierra muchos derechos de los trabajadores.
Todos los sindicatos llamaron a sus afiliados a manifestar su rechazo, algo inédito en esa nación donde las organizaciones laborales suelen actuar por separado y en ocasiones hasta en direcciones contrarias.
Se trata de una clara muestra del hartazgo de esa sociedad, que ha visto cómo las últimas administraciones hicieron añicos garantías que se habían logrado a costa de grandes sacrificios, entre ellas la de disfrutar de un retiro en condiciones dignas.
En 2010 el entonces presidente Nicolás Sarkozy enfrentó grandes movilizaciones, pero al final logró imponer una reforma al sistema de pensiones.
Su sucesor, François Hollande, aumentó el período de cotizaciones para tener derecho a una jubilación completa, lo que obligó a mucho a trabajar más allá de los 65 años para lograr ingresos que les permitieran enfrentar el creciente costo de la vida.
Ahora el presidente Macron pretende fusionar los 42 regímenes de pensiones que existen en Francia en uno solo y alargar en dos años la edad de retiro, lo que fue considerado por los trabajadores como un retroceso que viola los acuerdos logrados en el pasado entre los sindicatos, los patronos y el gobierno.
Maestros, médicos, abogados y otros sectores laborales se unieron en la tercera protesta masiva de las últimas semanas y reclamaron una respuesta a sus demandas, en tanto el primer ministro, Edouard Phillippe, insistió en su voluntad de imponer las reformas que desmantelan el sistema de pensiones actual.
La protesta se sumó a una huelga, que lleva dos semanas de duración, de los trabajadores del transporte público, en rechazo a iniciativas del ejecutivo que conducirían a la privatización y encarecimiento de ese servicio.
En los últimos días varias de las líneas del metro permanecen cerradas y las que trabajan brindan un servicio reducido, apenas el 30 por ciento de los autobuses funcionan y cientos de salidas de ferrocarriles y aviones fueron canceladas.
Los sindicatos ya advirtieron que la huelga se prolongará hasta el fin de año si es necesario, lo que significará un serio problema para el gobierno en una nación donde en las vacaciones de navidad se movilizan millones de personas.
Además numerosos institutos cerraron sus puertas porque buena parte de los docentes se incorporaron a las protestas y en varias universidades, incluida La Sorbona de París, una de las más grandes y prestigiosas, cancelaron o postergaron los exámenes programados para diciembre.
El gobierno de Macrón está contra la pared y aunque hace pocas horas prometió estudiar de nuevo su proyecto, no logra aplacar la indignación entre los trabajadores que prácticamente incendiaron las calles en las urbes francesas, ya bastante calientes a lo largo de este año por las protestas de los llamados “chalecos amarillos” que han mantenido en vilo al país donde nacieron otrora los principios de Igualdad, Libertad y Fraternidad.