Por: Roberto Morejón
Los golpistas bolivianos procuran atenuar el conflicto diplomático inventado por ellos contra España, sumado al abierto con México, en medio de preparativos para próximos comicios, sin fecha precisada.
Después de tensar las relaciones con México al asediar su embajada en La Paz, el régimen antidemocrático creó fricciones con España.
A México y a España les atribuyen alucinantes planes para sacar de su refugio en la sede diplomática del país latinoamericano en La Paz a colaboradores del presidente depuesto por un golpe, Evo Morales.
Los radicales entendieron la gravedad de sus dislates y para lavar su enlodado rostro designaron a un funcionario de confianza como embajador en Madrid, encargado de bajar el tono de la crisis.
Mientras tratan de evidenciar que no son tan aberrantes como parecen, los asaltantes del poder en Bolivia enfrentan la firmeza del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, quien reafirmó la negativa a entregar a las personas asiladas.
El gobierno mexicano insiste en que las órdenes de aprehensión contra ellas se dictaron después de su asilo y no antes, como expresan los forajidos.
De cara a lo interno, los ultrarradicales con el Ministro de Gobierno Arturo Murillo al frente alistan candidaturas ante las elecciones.
Murillo viajó recientemente a Estados Unidos en busca de bendiciones de quienes apoyaron el golpe en Bolivia.
En Washington se reunió con Mauricio Clever-Carone, reaccionario director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca, con bolivianos conspiradores y el servil Luis Almagro, secretario general de la OEA, quien ayudara a dibujar la imagen ficticia de fraude en los comicios del 20 de octubre.
Murillo está cercano a una fórmula electoral ya anunciada por los presidentes de los comités cívicos de Santa Cruz y Potosí, Luis Fernando Camacho y Marco Pumari, respectivamente, cabecillas de las revueltas contra Evo.
Camacho confesó su participación en las negociaciones con policías y fuerzas armadas para secundar el amotinamiento que puso fin a una de las experiencias más fructíferas para la economía y la sociedad de Bolivia.
Al compás de las confluencias pre-electorales entre extremistas, el gobierno de facto sigue persiguiendo a opositores, prohíbe al expresidente Evo regresar al país y censura la prensa.
No obstante, el Partido Movimiento al Socialismo participará en los comicios con candidatos seleccionados en breve.
Un régimen tan crispado y errático diplomáticamente como el de la autoproclamada presidenta Jeanine Áñez ofrece sombrío contexto para un escrutinio transparente e igualitario con todas las alternativas.