Por: Guillermo Alvarado
Pocos días antes de que comience en la localidad alpina de Davos, Suiza, el foro anual de los gobiernos y magnates más ricos del mundo, la organización no gubernamental Oxfam publicó un informe donde demuestra que las desigualdades económicas están fuera de control.
Año con año esta realidad se reafirma: los ricos cada vez poseen más recursos y los pobres están más desposeídos, lo que no es casual, ni fruto del destino, designio divino u opción personal, sino el resultado de un sistema diseñado para beneficio de unos pocos y desdicha de la mayoría.
En Davos, ese lugar en el que Thomas Mann se inspiró para escribir su monumental novela “La montaña mágica”, los multimillonarios se encuentran cada enero, no para abordar los problemas del mundo, sino para asegurarse de que seguirá siendo un lugar perfectamente imperfecto.
Podrán constatar esta vez que dos mil 153 de ellos poseen una fortuna equivalente al ingreso del 60 por ciento de la población total del planeta, es decir cuatro mil 600 millones de personas, pero eso no es todo.
El informe de Oxfam este año aborda también la cara sexista de las desigualdades y lo hace con una inquietante comparación: los 22 hombres más acaudalados del momento tienen en su poder más riquezas que todas las mujeres juntas de África.
Los gobiernos, por supuesto, no hacen absolutamente nada para remediar esta escandalosa situación y Paul O'Brien, vicepresidente de Política y Defensa de Oxfam explica por qué.
Mientras el multimillonario presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se codeará con sus pares en la exclusiva estación alpina, su administración se empeña en reducir la ayuda en alimentación a un millón de desposeídos en la potencia norteña, al mismo tiempo que amplía los privilegios fiscales para las grandes empresas y fortunas.
La investigación pone el dedo en un asunto espinoso, como lo es el de las tareas domésticas, cuidados de personas mayores y enfermos en el hogar y otras labores que no suelen ser remuneradas y que realizan por regla general las mujeres y niñas.
Son 12 mil 500 millones de horas las que se utilizan a nivel global en estas actividades, que no solo no se pagan, sino que impiden a quienes las realizan estudiar, capacitarse y obtener empleos de calidad.
Incluso el Fondo Monetario Internacional aconsejó a los gobiernos aplicar mayores impuestos a los más ricos, que paguen lo que les corresponde, como alternativa para disminuir las desigualdades.
Difícil tarea porque en este mundo al revés, como dijera Eduardo Galeano, “la economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado”.