Por: Roberto Morejón
Desde finales de 2019 el déficit de combustible, especialmente el diésel, en Cuba se hizo notorio a causa del obsesivo recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos.
Los cubanos recuerdan las medidas especiales de ahorro y restricciones implantadas en septiembre último por lo que se explicó como la encarnecida persecución de Washington a barcos y aseguradoras, contratados para surtir combustible a la mayor de las Antillas.
Es cierto que posteriormente la situación recobró una aparente normalidad. Sin embargo, los habitantes de varias ciudades cubanas notaron en los últimos días filas de automóviles en los expendios de combustible, ante limitaciones en la cantidad autorizada para la comercialización.
Medios de prensa reflejaron orientaciones recibidas por los administrativos de priorizar la venta de diésel a vehículos con tarjetas magnéticas del Estado, pues lo destinado al funcionamiento de la economía está priorizado.
Otra preferencia en el mismo surtido la tienen los servicios de salud, de lo que se infiere un esquema oficial enfilado hacia el soporte de aseguramientos estratégicos.
El transporte por ómnibus, medio por excelencia en ciudades más grandes, se aprecia hoy más sobrecargado. Al parecer, más personas lo utilizan por el imperativo de parar vehículos altamente consumidores de energéticos.
Estadísticas oficiales revelan que de cada 100 cubanos necesitados de abordar el transporte público cada día, cerca de 30 se ven invalidados de usarlo por carencia de combustible.
Para los residentes aquí resulta manifiesto el papel de la administración estadounidense en la obstrucción de los suministros por vía marítima, tanto de alimentos como de hidrocarburos y sus derivados.
El señalamiento al responsable del déficit de diésel en Cuba no aparece, llamativamente, en muchas informaciones y artículos de la prensa extranjera.
En otros casos aluden a la mano sombría de quienes deciden en la Casa Blanca cuando concluye el reporte, para que nadie se entere si deja la lectura antes de llegar al final.
Hacer ese escamoteo es faltar a la verdad. El objetivo del poder mediático es confundir porque, como apuestan en Washington, aguardan porque prevalezca el desencanto entre los cubanos.
Pese a tales omisiones y engaños nada casuales, en Cuba se percibe objetivamente el alcance del asedio de la potencia del Norte y de sus medidas de agresión no convencionales.
Entre esas últimas sobresale, como arma predilecta, el intento de impedir la llegada de combustible, un fulminante ataque a la existencia de los cubanos, quienes, sin negar las amargas vicisitudes, resisten y no desechan planes vitales de desarrollo.