Por: Roberto Morejón
Ante el déficit de combustible y otros renglones por el recrudecido bloqueo estadounidense, los cubanos ven en la agricultura urbana, suburbana y familiar una vía idónea para aumentar los aportes de alimentos y sustituir importaciones.
Como los organopónicos, huertos intensivos, cultivos semiprotegidos y parcelas avanzan en ciudades, poblados y en sus perímetros, los requerimientos energéticos para los traslados de insumos y productos son menores, porque además se apela a la tracción animal.
En esas alternativas trabajan los estrategas de un movimiento agrario impulsado hace 32 años por la iniciativa de Raúl Castro, primer secretario del Partido Comunista.
La agricultura urbana, suburbana y familiar cobra hoy recobrado relieve dados los planes de autoabastecimiento alimentario, fundamentalmente en los municipios, asunto considerado de seguridad nacional.
Los lineamientos del Programa son válidos al buscar el salto en la producción de alimentos local, donde dan respuestas a los requerimientos de tecnologías e insumos.
Los entendidos destacaron las bondades de este método de siembra por prescindir también de importaciones de pesticidas y abonos.
En su lugar recomiendan acudir a los insumos orgánicos, producir las semillas demandadas y en materia energética depender de molinos de viento, biogas y paneles solares.
Autoridades de la agricultura evaluaron de significativos los avances de esta modalidad, concebida como un movimiento popular extensivo, con la armonización de los procedimientos tradicionales y la ciencia y la técnica.
Cuando Cuba aun importa anualmente mil 650 millones de dólares en alimentos en medio de dificultades en el acceso a préstamos internacionales, resulta determinante disminuir parte de las compras y reemplazarlas con entregas autóctonas.
De ahí las exhortaciones a alcanzar los 10 metros cuadrados de superficies por habitante para 2021 en la agricultura urbana, con la cobertura de espacios vacíos.
Allí pueden laborar miles de personas bajo el apremio de aumentar el rendimiento por metro cuadrado y usar el agua eficientemente.
Todo ello con la finalidad de progresar en el establecimiento de una cooperativa de producción de frutales en cada municipio.
Otro objetivo es garantizar 66 kilogramos de tubérculos y hortalizas a cada ciudadano y cinco kilogramos de proteína animal mensualmente.
Cuando en ese último acápite el país todavía está lejos de conseguirlo y persiste el déficit en los aportes de alimentos a los mercados, las miradas van hacia los labriegos en ciudades y poblados y los campesinos del país, envueltos en titánicas jornadas en medio del acoso de Washington.