Por: Guillermo Alvarado
El odio, la intolerancia y la xenofobia están creando un ambiente tóxico en Estados Unidos, donde en los últimos tiempos han proliferado organizaciones de corte neonazi que amenazan con desencadenar una guerra racista, destinada a asentar la supremacía blanca en la primera potencia económica y militar del mundo.
Así lo reveló un reporte elaborado por la consultora independiente Soufan Group, dedicada a estudiar estos fenómenos en la nación norteña y Europa occidental.
Indica el estudio que representantes de la extrema derecha han organizado reuniones para trazar estrategias basadas en la violencia. La más reciente de ellas tuvo lugar en Bulgaria a principios de febrero y en ella participaron miembros de grupos radicados en Estados Unidos, Polonia, Suecia y Alemania.
Este tipo de eventos coincide con acciones bien planificadas, como la distribución de carteles, pancartas, calcomanías y volantes con propaganda supremacista blanca en los principales campus universitarios estadounidenses.
Pero más grave que eso es la consolidación de agrupaciones, como la denominada “La Base”, The base, en inglés, nombre equivalente al significado de Al Qaeda en árabe, lo que no creo que sea precisamente una casualidad.
La Base funciona desde las sombras, con un programa de reclutamiento dentro y fuera de Estados Unidos para el que utiliza redes de Internet muy bien encriptadas, lo que hace difícil su ubicación por las autoridades, desde donde busca adeptos a una guerra de exterminio dirigida fundamentalmente contra inmigrantes, negros, musulmanes y judíos.
Su líder opera bajo los pseudónimos de “Norman Spear” y “Roman Wolf” y su verdadera identidad es desconocida incluso por los miembros del grupo, aunque la edición estadounidense del diario británico The Guardian afirma que su nombre real es Rinaldo Nazzaro, de 46 años, y con un amplio expediente como contratista de inteligencia y seguridad militar.
Según esa fuente, con dicho nombre habría comprado varios terrenos en el estado de Washington para crear campos de entrenamiento en tácticas terroristas, crear el caos en el país y “liberar” algunas regiones.
Curiosamente, ni La Base, ni otras organizaciones de extrema derecha neofascistas estadounidenses han sido declaradas por el gobierno de Donald Trump como terroristas. O quizás no sea curioso, sino significativo.
En enero pasado miembros de ese grupo planificaron una acción que habría desembocado en un baño de sangre en Richmond, Virginia, donde se organizó una marcha de fanáticos de la Segunda Enmienda de la Constitución, que permite la compra y porte de armas de cualquier tipo o calibre.
La Base iba a realizar una provocación armada contra el desfile, donde había gente con fusiles de alto poder con munición activa, que habrían respondido al fuego de manera indiscriminada provocando una matanza de consecuencias inimaginables.
El objetivo, según declararon miembros de la organización arrestados antes de los hechos, era desencadenar el caos y acelerar la caída del gobierno para instalar un “etnoestado” blanco en su lugar.
Se sabe que hay otras agrupaciones del mismo tipo en Estados Unidos donde, de no hacerse nada al respecto, se está viviendo al borde del infierno.