Por: Roberto Morejón
Las multitudinarias protestas en República Dominicana en medio de una crisis política han borrado la imagen aparentemente paradisíaca de un país donde solo afloran sus hermosas playas, el merengue y la bachata.
Decenas de miles de dominicanos, fundamentalmente jóvenes, demandaron en las calles explicaciones por la suspensión de los recientes comicios municipales.
La postura oficial acerca de fallas en un sistema automatizado adquirido al elevado costo de 60 millones de dólares despertó nuevas interrogantes.
Según el criterio de líderes de partidos opositores y una parte importante de los ciudadanos, detrás del argumento se esconden alegadas intenciones del gobernante Partido de la Liberación Dominicana de perpetuarse en el poder.
Muchos jóvenes patentizaron su descontento al suscribir como declaración de intenciones la frase “República Dominicana despertó”.
Para ellos, el país caribeño atraviesa la peor crisis desde los fraudes durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, pues, dijeron, los corruptos ganaron terreno y deben ser barridos para bien de la democracia.
Los dominicanos de mayor edad evocaron lo ocurrido en el escrutinio de 2016 cuando la junta electoral demoró 13 días en contar los sufragios a pesar de emitirse de manera electrónica.
Las demostraciones públicas en República Dominicana claman por transparencia y la renuncia de la junta electoral organizadora de los frustrados comicios, en los que las boletas vistas tenían una parte ínfima de los candidatos.
Sin explicación oportuna acerca de las causas de lo sucedido, muchos dominicanos desconfían de los próximos eventos electorales, la repetición de los de carácter municipal, el 15 de marzo, y de los presidenciales, el 17 de mayo.
Ni siquiera les sirve de paliativo la convocatoria gubernamental a la desacreditada OEA para investigar sobre el escándalo.
El presidente dominicano, Danilo Medina, admitió el descrédito reinante y calificó el anulado ejercicio electoral de lamentable y bochornoso.
El Jefe de Estado trató de calmar los ánimos al encomiar el alza de la macroeconomía, aunque sus críticos le señalaron responsabilidad por lo que llamaron alteración del orden institucional.
Movimientos sociales y partidos opositores matizaron la visión triunfalista del dignatario y le recordaron la tasa en aumento de feminicidios, la brecha de equidad y la falta de oportunidades para los jóvenes.
República Dominicana entró en una fase inusual de generalizado cuestionamiento a las autoridades y aumento de la incertidumbre y de desconfianza hacia la clase política tradicional, nada propicio para un país dependiente de turistas atraídos por trepidantes ritmos.