Por: Guillermo Alvarado
En toda calamidad pública siempre hay quienes la pasan peor que los demás y eso ocurre durante la actual pandemia de Covid-19 con un sector humano de alta vulnerabilidad, los inmigrantes, esos miles de hombres mujeres y niños, virtualmente sin protección ante un peligro mortal.
Ocupados en mantener a salvo a sus ciudadanos y a flote su economía, muchos gobiernos europeos se han atrincherado y cerraron de golpe las puertas ante una muchedumbre agolpada en las fronteras para intentar cruzar y resguardar sus vidas y las de sus familias.
Un caso potencialmente explosivo es el de decenas de miles de personas hacinadas en precarios campos de refugiados en las islas griegas, donde carecen de la más mínima condición para protegerse del coronavirus.
El eurodiputado ambientalista Erik Marquardt advirtió que si esta gente no es evacuada hacia lugares seguros, ocurrirá una tragedia de graves proporciones en un plazo medio.
Según estimaciones de organizaciones no gubernamentales hay entre ellos más de diez mil niños, amenazados no sólo por esta plaga, sino por un sinnúmero de enfermedades y el hambre.
Varios países, como Alemania, por ejemplo, decidieron interrumpir los programas de acogida para miles de solicitantes de asilo, la mayor parte de ellos sirios.
En Francia la gravedad de la pandemia hizo que disminuyera notablemente la participación de voluntarios para atender a los que están varados en el norteño departamento de Pas de Calais, donde incluso hay dificultades para proveer de alimentos a unos dos mil migrantes.
Respecto a nuestro continente, la situación más grave está en la frontera sur de Estados Unidos, donde habitan en condiciones miserables miles de personas originarias de México y el Triángulo Norte centroamericano.
Desde 2019 más de 60 mil migrantes fueron bloqueados para esperar en suelo mexicano sus audiencias y saber si califican o no al asilo, pero debido a la pandemia los tribunales estadounidenses recesaron y esta gran masa humana quedó en un limbo jurídico, o más bien en un infierno legal.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador anunció que acogerá a una cifra de centroamericanos deportados por las autoridades migratorias del país norteño, pero sólo a adultos con buena salud. Niños, ancianos y enfermos están condenados a vivir en tierra de nadie.
Ninguno permanece ajeno a la pandemia, pues como dijera el poeta John Donne: la muerte de un solo hombre me disminuye, porque estoy ligado a toda la humanidad. Por eso el mundo no debería ser indiferente a lo que este drama significa para aquellos que, mucho antes de que este peligro apareciera en el horizonte, ya lo habían perdido todo.