Por: Guillermo Alvarado
Antes de iniciar el largo declive hacia su decadencia final, el Imperio Romano tuvo como emperador a un sujeto excéntrico, ególatra e iracundo, como lo fue Lucio Aurelio Cómodo, quien se pensó que su amplio dominio y el resto del mundo sólo podían girar en torno a él.
Cambió el nombre y le puso el suyo a la ciudad de Roma y a los meses del año, humilló al Senado y a sus generales, gustaba de participar en la ejecución de esclavos y soldados lisiados en combate y luego de doce años de desmanes fue asesinado, como les ocurrió a varios de sus antecesores.
El griego Dión Casio, autor de un tratado sobre Roma que abarca mil años de historia, considera que el gobierno de Cómodo marcó el principio del fin de ese gran y cruel imperio.
Me vinieron a la memoria estos acontecimientos cuando conocí la noticia de que, en plena pandemia de Covid-19, que conmueve y ocupa a la mayor parte del mundo donde está dejando una profunda huella de dolor, al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se le ocurrió la peregrina idea de amenazar con una guerra a la República Bolivariana de Venezuela.
Resulta absurdo que, precisamente cuando la humanidad lucha por su vida, el jefe del imperio de nuestros días amenace con la muerte a todo un pueblo por la sencilla razón de que no le gusta cómo está organizado y apetece con frenesí sus enormes recursos energéticos, minerales e hidráulicos.
A menos, claro está, que no se trate de un absurdo sino de una medida oportunista calculada a sangre fría, con esa misma que previó que su fracaso ante la extensión del coronavirus en Estados Unidos les costaría la vida a entre 100 mil y 240 mil de sus ciudadanos.
Si para él esa cifra de muertos en su propio pueblo es despreciable, se entiende que los que puedan ocurrir en Venezuela en una operación armada, justificada con el combate al narcotráfico, tampoco le quite el sueño para nada.
Por eso mandó un portaaviones, buques, aeronaves y helicópteros cerca de las aguas soberanas de la Patria de Bolívar, en lo que parece ser la primera fase de un bloqueo naval y aéreo y el preludio de una invasión.
Pensará quizás que mientras el presidente Nicolás Maduro, por cuya cabeza ofreció 15 millones de dólares, está atareado enfrentando la crisis sanitaria, no prestará atención a la defensa de su país, un error que puede salirle caro al jefe de la Casa Blanca.
Se dice que Cómodo mandó a matar a su padre, Marco Aurelio, para hacerse del poder. Trump está dispuesto a matar a parte de su pueblo y al de Venezuela para mantenerse en él. Son paralelos asombrosos y los resultados a mediano y largo plazo podrían serlo también. Atentos, amigos.