Por: Roberto Morejón
La pandemia por el nuevo coronavirus genera alarma en el mundo, alimentada por la inquietud de varios gobiernos ante las dificultades para adquirir insumos, a causa de confiscaciones, usura y hurto.
La más reciente señal en ese sentido la emitieron las autoridades paraguayas de salud, porque si bien disponían de dinero para adquirir mascarillas, a la postre afrontaron dificultades para recibirlas por confiscaciones del producto.
Desde Asunción, la capital del país sudamericano, reportaron que los proveedores de los aditamentos de protección expusieron inconvenientes para trasladar los equipos, porque determinados países los confiscan u obstaculizan su comercialización.
No se trata de una denuncia aislada. A la par del aumento de los contagios en el planeta por
También crecieron los emplazamientos a países ricos por secuestrar en aeropuertos provisiones de mascarillas, vestuarios protectores y otros recursos desechables, en un desprecio total hacia los destinatarios de la valiosa expedición.
Expertos destacaron que NO se trata de un problema coyuntural sino de las consecuencias de largos años de afianzamiento de las políticas neoliberales, basadas en la imposición de las reglas del mercado y el afán de lucro.
Hoy, con infraestructuras hospitalarias desarticuladas por bajos presupuestos estatales, muchos países requieren comprar casi todo, en un tiempo muy breve, para responder al avance de la pandemia.
Y en esas tratativas chocan con la usura y las tácticas de “sálvese como pueda”.
Así le ocurrió a los italianos en las primeras semanas de avance vertiginoso de los contagios, cuando tuvieron que arreglárselas solos, ante la indiferencia de vecinos, más preocupados de atender sus apremios.
Países con menos recursos, incluso diminutos, como Bahamas y Barbados también sufrieron contratiempos cuando restringieron el paso por Estados Unidos de equipos médicos destinados a esas naciones caribeñas.
Si para el Primer Mundo esta nueva variante de piratería resulta perniciosa mucho peor es el impacto en el Sur empobrecido.
Los presupuestos públicos de esos países NO pueden rivalizar con los de los industrializados para asegurar partidas de ventiladores, mascarillas y otros renglones en mercados escurridizos.
Los pacientes quedan esperando, pero sus esperanzas son baldías.