Por: Roberto Morejón
Si alguna lección positiva aporta a los cubanos la pandemia por el nuevo coronavirus es la percepción más certera de todo lo que son capaces de hacer médicos, enfermeros, técnicos y restante personal de la salud para vencer, hasta donde sea posible, el impacto de la COVID-19 .
Los que exhiben pericia y abnegación durante semanas consecutivas en hospitales y centros de aislamiento, sin ver a seres queridos, reciben diariamente muestras justificadas de admiración.
Los cubanos saben los riesgos que corren esos profesionales porque el virus de origen respiratorio es fácilmente transmisible, y si bien hay personas más vulnerables, todos están en peligro.
Por esa razón, la opinión pública puso toda su atención en las informaciones sobre más de 90 trabajadores de la salud enfermos, entre médicos, enfermeros y técnicos.
El presidente de la República , Miguel Díaz Canel, insistió en la necesidad de protección de los trabajadores de la salud ante la amenaza de la COVID-19 , pues ---dijo--- “NO podemos tener a ese ejército diezmado”.
Y realmente ellos son soldados por cuya profesión se situaron en la primera línea de contención de un enemigo invisible, agresivo y letal.
Sobre la titánica misión de los miembros del ejército de batas blancas habló recientemente uno de ellos, quizás el rostro más visible por estos días, el doctor Francisco Durán García.
El director de Epidemiología del Ministerio cubano de Salud Pública, confesó que él ----y seguramente muchos de sus colegas ---- apenas descansan ante el desafío planteado por la pandemia.
Sin embargo, el apacible y sabio directivo, quien diariamente informa sobre la incidencia de la enfermedad, insistió en que él se cuida mucho, extrema las medidas higiénicas y evita exponerse.
Sus colegas han sido llamados a protegerse aún más, y NO se trata de recomendaciones únicamente de los entendidos sino de la población, sensibilizada por la labor encomiable del personal de salud.
A ellos los enaltecen por luchar sin descanso en salas de terapia intensiva contra las complicaciones recurrentes de los pacientes y por su responsabilidad decisiva en las vidas humanas salvadas a partir de las atenciones brindadas.
Cada noche, cuando las ciudades cubanas estallan en aplausos en honor a los trabajadores de la salud, también parece escucharse una respetuosa exhortación a que ellos conserven su integridad física, porque son imprescindibles.