Por: Roberto Morejón
La región más desigualdad del mundo, América Latina, añora tanto las escuelas como los comedores escolares, ahora cerrados a causa de la pandemia por el nuevo coronavirus.
En la tierra al sur del Río Bravo, el 10 por ciento más rico concentra una porción de los ingresos mayor que el de cualquier otra región.
Millones de niños procedentes de familias de escasos recursos descubren en las escuelas públicas del planeta el aprendizaje, muy necesario para intentar labrarse un futuro en economías muy competitivas.
Los infantes obtienen allí desayunos y almuerzos que, aunque sean frugales, ayudan a sostener el día y a que los padres procuren el sustento con menos preocupación.
La alimentación escolar tiene una trayectoria prolongada como alternativa de amparo social, pues fue uno de los primeros planes de prosperidad colectiva en el mundo
Con la abrupta aparición de
De la cifra apuntada, entre 80 y 85 millones corresponden a América Latina y ahora los padres, en muchos casos de limitados recursos y desempleados, deben suplir el aporte nutricional dispensado antes en las escuelas.
Para maestros y profesores resulta notorio que si la actual situación sanitaria se extiende, muchos jefes de familias perderán el incentivo para enviar a sus hijos a las aulas, donde ---confiaban--- los niños recibirían al menos un plato de sopa al concluir la jornada matutina.
Es cierto que el Programa Mundial de Alimentos, a cargo del financiamiento de una parte de los nutrientes entregados en escuelas públicas, apeló a alternativas.
El organismo inició en algunas regiones de Colombia la distribución de raciones para llevar a las casas. Sin embargo, la idea es difícil de concretar porque hace falta apoyo en la infraestructura.
De ahí la preocupación de sociólogos, entidades humanitarias, maestros y otras personas de que la malnutrición aumente en la niñez latinoamericana, con secuela devastadora en la mortalidad.
Cuando por causa de la pobreza en casa carecen de recursos suficientes para garantizar tres comidas al día, y dos ellas ya NO pueden conseguirse en las escuelas, crecen las interrogantes sobre el futuro.
Mucho más cuando las iniciativas de alimentación escolar contribuyen a alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible en relación con la educación.