Por: Guillermo Alvarado
Los pueblos indígenas de Estados Unidos, que fueron víctimas de un genocidio durante la usurpación blanca de sus territorios, figuran ahora entre las minorías que en esa potencia norteña más sufren los efectos de la pandemia de la Covid-19.
Muy poco, o casi nada, hablan de ellos los grandes medios de información estadounidenses, pero gracias Amy Goodman, fundadora del portal Democracy Now, se lograron conocer noticias estremecedoras.
La Nación Navajo, la mayor reserva indígena de ese país, con un territorio que se extiende por Arizona, Nuevo México, Colorado y Utah, con una población de 300 mil personas, está viviendo una situación desesperada.
Esta comunidad tiene una tasa de incidencia del SARS-CoV-2 de 2 mil 300 contagios por cada 100 mil habitantes, proporcionalmente mayor que la del estado de Nueva York, con mil 800 casos por cien mil personas.
Recordemos que los pueblos originarios que sobrevivieron a las matanzas perpetradas por los colonos blancos fueron encerrados en reservaciones, donde en la actualidad sufren condiciones de vida muy precarias, muy por debajo del resto de la sociedad.
Fueron despojados de sus territorios, diezmados y durante siglos estafados con tratados que Washington violó a su antojo. Cualquier intento de resistencia fue castigado con dureza y muestra de ello es la injusta prisión de Leonard Peltier, de ascendencia Lakota, el preso político de mayor edad en el mundo.
La pandemia ha exacerbado estos sufrimientos. Los pueblos sioux del río Cheyenne y los oglala sioux pusieron rigurosos controles en el acceso a su reservación para impedir la entrada de alguien contagiado.
Los sioux del río Cheyenne solo cuentan con una clínica de ocho camas, sin unidad de cuidados intensivos y el hospital más cercano está a tres horas.
El gobierno federal anunció una ayuda a los pueblos originarios de 8 mil millones de dólares debido a la crisis sanitaria, sin embargo la liberación de ese dinero se ha demorado sin ninguna explicación.
Hace poco Donald Trump anunció la entrega de 600 millones a los navajo, pero, como reza aquella canción mexicana: dijo sí, pero no dijo cuándo.
El jefe Toro Sentado, que fue asesinado por el ejército de Estados Unidos junto a cientos de hombres, mujeres y niños en Wounded Knee, el 29 de diciembre de 1890, ya lo había advertido: “El amor a las posesiones es una enfermedad que tienen… [los blancos]”, algo, amigos, que en pleno siglo XXI no ha cambiado en absoluto.