Por: Guillermo Alvarado
Cuando faltan tres meses y dos semanas para los comicios presidenciales en Estados Unidos, el actual jefe de la Casa Blanca y aspirante a la reelección, Donald Trump, está en medio de una tormenta que lejos de amainar arrecia cada día por sus propias y erráticas acciones.
Ese país se acerca a pasos acelerados a la cifra de cuatro millones de contagios por la covid-19, y ya rebasó los 140 mil fallecidos, pero el gobernante y su equipo, no sólo parecen no darse por enterados, sino que pelean contra los que sí saben del tema y podrían contribuir a aliviar la situación.
Tal es el caso del prestigioso epidemiólogo Anthoni Fauci, quien de ser persona cercana al magnate, pasó a convertirse en blanco de crueles ataques, incluso de miembros del equipo de gobierno.
Uno de los últimos estuvo a cargo del Asesor de Comercio de Trump, quien publicó un artículo en USA Today donde dijo que su colega “siempre ha estado equivocado en todo” respecto a la crisis sanitaria.
Con el país en ascuas por la gravedad de la pandemia, que está tocando con dureza a Florida, estado clave para las aspiraciones del presidente y donde debe celebrarse la convención nacional del Partido Republicano el mes próximo, Trump insiste en mantener abierta la economía, caiga quien caiga.
Para el jefe de Estado, como dijo el antiguo secretario de Trabajo, Robert Reich, mantenerse en el poder es un objetivo que rebasa cualquier límite, no sólo desde el punto de vista ético o político. Si para conseguirlo deben morir decenas de miles de compatriotas suyos, es algo que no le quita el sueño.
Y si debe violar las leyes, también está dispuesto a hacerlo, como ya anunció cuando calificó a las próximas elecciones de corruptas y fraudulentas, un paso para desconocer un eventual resultado adverso y negarse a entregar el mando.
No en balde es un hombre que según un conteo del diario The Washington Post, ha dicho 20 mil mentiras durante los últimos 14 meses, o sean 23 falsedades cada día, casi a una por hora.
La más repetida en los últimos tiempos es que en ese país “todo está bajo control”, cuando en realidad, como ya dije una vez, nada está bajo control.
Más aún, el imprevisible presidente acaba de abrirse otro frente cuando envió a las fuerzas federales a reprimir las protestas sociales en la ciudad de Portland, Oregon, lo que provocó el rechazo de las autoridades locales.
La secretaria de Justicia de Oregon, Ellen Rosemblum, presentó una demanda ante una corte federal y el alcalde, Ted Wheeler, dijo que la tensión está subiendo al máximo en Portland.
El huracán se cierne sobre Trump y la Casa Blanca y nadie duda que la tormenta será violenta, quizás definitiva. Ya veremos.
