Por: Guillermo Alvarado
Mañana miércoles se realizará una cumbre extraordinaria de la Unión Europea con el supuesto objetivo de analizar la situación en Bielorrusia, donde un grupo de descontentos atizados desde el exterior protestan por los resultados de las recientes elecciones presidenciales, ganadas por Alexander Lukashenko.
A nadie le extrañaría, porque además ya lo anunciaron así, que de esa reunión salgan pesadas sanciones económicas y políticas contra el gobierno del presidente Lukashenko quien, por cierto, se alzó con el 80 por ciento de los sufragios, contra los diez puntos de su rival, Svletana Tijanovskaya.
A primera vista llama poderosamente la atención que los líderes del bloque continental vayan a ocupar su tiempo para discutir y castigar a un país que no es, repito, no es miembro de ese grupo.
Si la cumbre hubiese tenido lugar, por ejemplo, cuando el gobierno español lanzó con toda la fuerza posible a la policía contra el pueblo catalán, uno lo habría entendido porque se supone que, entre otras cosas, las instituciones comunitarias están para proteger a los ciudadanos de la unión.
Y si tanto se preocupan por lo que ocurre fuera de sus fronteras, ¿Por qué nunca sancionaron al gobierno de facto boliviano, autor de masacres en El Alto, Senkata, Cochabamba y otros lugares?
¿Se habrían atrevido, me pregunto, a sancionar a Donald Trump por violentar de manera masiva los derechos humanos de decenas de miles de civiles cuando gritaban que la vida de los negros también importa?
Las cosas comienzan a estar más claras si uno recuerda lo ocurrido en Ucrania entre finales de 2013 y principios de 2014, cuando fue atacado el ejecutivo de Víctor Yanukovich por negarse a cortar sus lazos con Moscú para complacer a la Unión Europea.
Hoy ese es un país destrozado, sometido a un conflicto interno, al borde de la bancarrota y el más pobre de toda Europa.
Leyendo entre líneas, que es como mejor se lee, uno se da cuenta de que el guión aplicado contra Ucrania es el mismo que se busca imponer en Bielorrusia, con argumentos y finalidad semejantes.
A Lukashenko no lo quieren tumbar porque las elecciones hayan sido más o menos democráticas. Eso a los dirigentes de la Unión Europea les tiene absolutamente sin cuidado o si no, pregúnteles ¿qué opinan de la “democracia” hoy día en Ucrania?
Se trata de que Bielorrusia es un país amigo y un aliado muy estrecho de Rusia, con buenas relaciones con China y con los gobiernos progresistas y revolucionarios del mundo, una nación desarrollada, con servicios de elevada calidad para su pueblo y una economía centralizada.
En la retorcida brújula de Bruselas, sede de los organismos europeos, un golpe contra Lukashenko, es también contra Moscú, verdadero objetivo de la Unión Europea dispuesta, una vez más, a hacer el trabajo sucio de Estados Unidos, cuyo fantasma sobrevuela todo este drama.