Foto: Archivo/RHC.
Por: Roberto Morejón
La política de tolerancia cero hacia la inmigración ilegal de la presente administración estadounidense llevó a la separación de familias, y las secuelas prosiguen a pesar de que los tribunales frenaron tan despiadada forma de actuar.
El gobierno de Donald Trump inició su “singular” estrategia para paralizar la llegada de indocumentados a través de México en mayo de 2018.
Su expectativa era desalentar a otros padres candidatos a emprender el camino hacia el llamado sueño americano.
Mientras los progenitores sufrían deportación, sus hijos eran llevados a campamentos con ausencia de las elementales condiciones para atender población infantil.
Las imágenes de las jaulas donde recluían a esos inocentes dieron la vuelta al mundo, sin conmover al magnate republicano, hasta que gracias a la indignación internacional la justicia se hizo presente.
Pero tras los fallos judiciales comenzó un complicado proceso para ubicar a los padres de los chicos que tuvieron que dejar atrás en Estados Unidos.
Organizaciones civiles envueltas en las pesquisas revelaron que al menos 545 niños migrantes apartados de sus mayores tras cruzar ilegalmente la frontera estadounidense-mexicana tienen paradero incierto.
Es cierto que la mayoría regresó a su tierra natal, en Centroamérica, pero la búsqueda encontró escollos burocráticos y el peso de la pandemia por el nuevo coronavirus.
La indagación tuvo contratiempos igualmente porque la administración Trump ocultó los nombres al tribunal, una decisión calificada de asombrosa y cruel por analistas.
Se trata de otra de las intolerantes disposiciones de la presente administración estadounidense, acusada de xenofobia y racismo.
Ante la conducta de su marido en relación con los pequeños, la primera dama estadounidense, Melania, manifestó su aprobación, lo que contradice la alegada sensibilidad que esboza –según las páginas rosa— cuando nutre su profuso ropero.
Presunciones aparte, lo cierto es que 545 niños siguen sin ver a sus padres, de quienes debieron tomar distancia por imposiciones de la atroz política migratoria del equipo de Trump.
En plena etapa de crecimiento, las desvalidas víctimas posiblemente no comprendan las interioridades de las políticas del país donde aún viven.
Pero sus dedos acusadores marcarán indeleblemente la trayectoria de los inquilinos de la Casa Blanca.