Por: Roberto Morejón
El impacto de la pandemia en la economía cubana y la agudización del bloqueo estadounidense crearon en Cuba una situación muy difícil, con el aumento del déficit de alimentos y una imperiosa necesidad de potenciar la agricultura.
Como pocas veces se escucharon en Cuba este año tantos llamados a sembrar en todos los espacios vacíos en los campos e incluso en patios y parcelas familiares, como parte de la agricultura urbana.
Funcionarios y expertos argumentaron con creces cómo la labranza debe convertirse en la principal fuente de alimentación de las personas.
El presidente de la República , Miguel Díaz-Canel, fue enfático al exhortar a la eliminación de la mentalidad importadora.
La tendencia se arraigó, infortunadamente, en muchos productores y entidades encargadas de garantizar el abastecimiento de alimentos en los mercados.
En contraposición a esa corriente, los más avezados recomiendan más acciones encaminadas al mejoramiento de las tierras, mediante el riego y abonos de procedencia nacional.
Así debe ser porque los fertilizantes del exterior tienen precios inalcanzables para la economía doméstica y los adquiridos solo serán destinados a cultivos estratégicos.
En tal coyuntura, avanzan estudios sobre nuevos mecanismos para estimular a campesinos, miembros de cooperativas agrícolas y obreros del ramo.
Otras iniciativas animan el fomento de las llamadas casas de cultivo rústicas, para alistar posturas y hortalizas.
En los surcos, muchos labriegos intercalan cultivos para el mejor aprovechamiento de los espacios e intentan desarrollar la cría familiar de animales, todo ello complementado con pequeñas industrias para procesar alimentos.
Todas las ideas confluyen hacia el autoabastecimiento municipal, hoy lejos de concretarse, pero imprescindible cuando se pretende alcanzar entre 60 y 70 por ciento de nutrientes generados en el territorio nacional.
A pesar de ser un país con una gran parte de la población urbana, los cubanos No pueden desviar la atención de los sembrados, porque la seguridad alimentaria constituye un asunto clave.
De ahí la validez del nuevo Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional aprobado este año y para el cual se requieren más aportes de todos.
Mucho más cuando las arcas del país No pueden cubrir las elevadas erogaciones al importarse tantos renglones susceptibles de cultivar localmente. FIN re
ENTRE HURACANES, SEQUÍAS Y BLOQUEO, LOS CUBANOS URGIDOS DE SEMBRAR MÁS
El impacto de la pandemia en la economía cubana y la agudización del bloqueo estadounidense crearon en Cuba una situación muy difícil, con el aumento del déficit de alimentos y una imperiosa necesidad de potenciar la agricultura.
Como pocas veces se escucharon en Cuba este año tantos llamados a sembrar en todos los espacios vacíos en los campos e incluso en patios y parcelas familiares, como parte de la agricultura urbana.
Funcionarios y expertos argumentaron con creces cómo la labranza debe convertirse en la principal fuente de alimentación de las personas.
El presidente de la República , Miguel Díaz-Canel, fue enfático al exhortar a la eliminación de la mentalidad importadora.
La tendencia se arraigó, infortunadamente, en muchos productores y entidades encargadas de garantizar el abastecimiento de alimentos en los mercados.
En contraposición a esa corriente, los más avezados recomiendan más acciones encaminadas al mejoramiento de las tierras, mediante el riego y abonos de procedencia nacional.
Así debe ser porque los fertilizantes del exterior tienen precios inalcanzables para la economía doméstica y los adquiridos solo serán destinados a cultivos estratégicos.
En tal coyuntura, avanzan estudios sobre nuevos mecanismos para estimular a campesinos, miembros de cooperativas agrícolas y obreros del ramo.
Otras iniciativas animan el fomento de las llamadas casas de cultivo rústicas, para alistar posturas y hortalizas.
En los surcos, muchos labriegos intercalan cultivos para el mejor aprovechamiento de los espacios e intentan desarrollar la cría familiar de animales, todo ello complementado con pequeñas industrias para procesar alimentos.
Todas las ideas confluyen hacia el autoabastecimiento municipal, hoy lejos de concretarse, pero imprescindible cuando se pretende alcanzar entre 60 y 70 por ciento de nutrientes generados en el territorio nacional.
A pesar de ser un país con una gran parte de la población urbana, los cubanos No pueden desviar la atención de los sembrados, porque la seguridad alimentaria constituye un asunto clave.
De ahí la validez del nuevo Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional aprobado este año y para el cual se requieren más aportes de todos.
Mucho más cuando las arcas del país No pueden cubrir las elevadas erogaciones al importarse tantos renglones susceptibles de cultivar localmente.