Partidarios de Trump asaltan el Capitolio y detienen la ratificación de la victoria de Biden. RTVE
Por: Roberto Morejón
El asalto al inexpugnable Capitolio en Washington está lejos de representar la aislada acción de una turba, como algunos afirman, pues constituyó la insurrección de seguidores del presidente estadounidense, quien exacerbó sus ánimos en los últimos 4 años.
La irrupción de un contingente de personas fundamentalmente blancas en el edificio baluarte de la democracia más excelsa según dicen, responde a los planes de Donald Trump y seguidores republicanos de establecer un modelo autoritario y supremacista.
Tanto el magnate como decenas de senadores y miembros republicanos de la Cámara de Representantes asumieron el mismo talante.
La idea era insistir en la tesis nunca avalada del fraude electoral en los comicios de diciembre e impedir el ascenso del primer mandatario electo, Joseph Biden.
A esa farsa se sumaron muchos de los incondicionales del desbocado dignatario estadounidense, entre ellos policías que debieron impedir a los agresores tomar el Capitolio.
Entre los forajidos, llamados patriotas por Ivanka Trump, estaban francotiradores.
Nadie les impidió su presencia entre los concentrados en Washington para cantar a coro con Trump el falaz estribillo del fraude.
Se trata de manifestaciones irracionales de ciudadanos que a pesar de la errática gestión de Trump le aportaron más de 70 millones de sufragios.
Esa tendencia desconcertante alimentada por el inquilino de la Casa Blanca y sus allegados, entre ellos senadores de origen cubano, debería llamar a la reflexión a la sociedad estadounidense.
Mucho más cuando esa corriente se afincó en discursos de odio hasta derivar en la embestida contra el Capitolio, acto recibido con estupor en el mundo.
NO pocos se preguntaron si lo que transmitían las televisoras era propio de repúblicas bananeras, hacia donde Estados Unidos envió marines cuando ocurrían sucesos como el vivido en Washington, siempre que atentaran contra sus intereses imperiales.
Pero No era en un país del Sur empobrecido donde exaltados penetraron en el corazón legislativo.
Se trataba de Estados Unidos, impoluto modelo de democracia, según repiten presidentes, políticos y el poder mediático.
Es el mismo país donde Trump afirma que no dejará el poder y si lo hiciera amenaza con postularse para 2024.
Seguramente tendrá muchos adictos, entre ellos los “intrépidos” escaladores de los muros del Capitolio.