Despedidas y desafíos

Editado por Maite González Martínez
2021-01-20 07:34:29

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Bandera

Por: Guillermo Alvarado

Casi con un suspiro de alivio el mundo ha presenciado cómo el excéntrico magnate inmobiliario Donald Trump, desde hoy expresidente de Estados Unidos, se marchó a su residencia en el estado de Florida, luego de cuatro años de tensionar al máximo las relaciones nacionales e internacionales.

La estadía de esta persona en la Casa Blanca no será olvidada fácilmente porque navegó contra todas las corrientes del sentido común,  sensatez, cooperación, solidaridad y hasta el buen gusto.

Deja un país fracturado por su apoyo abierto a los supremacistas blancos y su menosprecio hacia las minorías étnicas, hacia aquellos que luchan por la defensa de los derechos civiles para todos y no sólo de un grupo de conservadores que hacen de la raza un instrumento de ataque.

Atrás de Trump queda una sociedad sumida en el miedo por la pandemia de covid-19 que cada día rompe nuevas marcas de enfermos y muertes.

También deja a una nación avergonzada por su comportamiento en la arena mundial, donde practicó un brutal aislacionismo en medio de una crisis sanitaria global que demostró la inutilidad de las armas y las fronteras.

Sus últimos actos de despedida marcan lo que fue su administración en este oscuro período. Por un lado agregó nuevas sanciones de última hora contra los pueblos de Cuba, Venezuela o China y por el otro concedió un cuestionable indulto a cerca de un centenar de delincuentes en su país.

No quiere decir esto que a partir de hoy el mundo, ni Estados Unidos en particular, vayan a ser mejores por el simple hecho de que Trump se marchó. Lo que significa es que quizás no sigan iguales o peores de lo que él los dejó y sólo eso ya marca una diferencia.

Lo que el antiguo inquilino de la Casa Blanca hizo fue llevar al extremo medidas que emanan de políticas de Estado, no de un gobierno o un partido. El carácter del imperio no lo fija una administración, sino la clase dominante.

Por eso los desafíos siguen estando delante de nosotros. Uno de ellos es que las principales potencias acepten por fin que la crisis sanitaria sólo puede resolverse si todos, y repito, todos, estamos a salvo del virus.

Otro es que la economía mundial comenzará a moverse en sentido positivo, cuando hayamos eliminado la pandemia. Una característica de esta recesión global es que no nació de las contradicciones sistémicas del capitalismo, sino de una causa ajena, el coronavirus.

El mayor reto, sin embargo, es asumir que el principal gasto de la humanidad, el militar, debe ceder paso a la investigación científica si nuestra especie aspira a sobrevivir.  Sin ser fatalistas, ya sabemos que detrás de esta pandemia vendrán otras y otras, incluso cuando ya Trump sea apenas una difusa marca en la memoria.



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