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Por María Josefina Arce.

Desde que en noviembre de 2017 se puso en marcha el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación de la Unión Europea y Cuba se han dado importantes pasos para la consolidación de los nexos bilaterales.

Precisamente en ese camino se inscribe el Tercer Consejo Conjunto Cuba-Unión Europea, que de manera virtual se realizó en los últimos días, en un momento complejo para el mundo por la presencia de la COVID 19.

Al respecto el canciller cubano, Bruno Rodríguez, afirmó que este encuentro ratifica la voluntad de las dos partes de cumplir con los compromisos previamente acordados y fortalecer un diálogo político transparente, sobre bases de respeto mutuo, igualdad y reciprocidad.

A pesar de este difícil panorama las dos partes mantuvieron activos en 2020 los diferentes mecanismos de intercambio y se cumplió con el cronograma de reuniones.

Ya el 2019 había sido calificado por las autoridades cubanas como un año positivo en materia de relaciones diplomáticas y de cooperación. 

En ese periodo se efectuó el Segundo Consejo Conjunto y, como parte del mismo visito La Habana la entonces Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad del bloque comunitario Federica Mogherini.

Lo cierto es que en estos años se ha ido forjando una relación de confianza, sustentada en el entendimiento de las diferencias y en el reconocimiento de las potencialidades y fortalezas de ambas partes.

Hoy existe una amplia colaboración en esferas tan importantes como la agricultura sostenible y energías renovables, al tiempo que el intercambio comercial ha ido creciendo y ya es de más de cien millones de euros.

Por demás, las naciones comunitarias siempre han condenado el bloqueo norteamericano contra la Mayor de las Antillas y han calificado de inmoral su reforzamiento en tiempos de pandemia. Ahora también han rechazado la arbitraria e injusta inclusión por Estados Unidos de nuestro país en la lista de estados patrocinadores del terrorismo.

Cuba y la Unión Europea han trabajado fuerte para dejar atrás años de desencuentros, marcados por la llamada Posición Común, impulsada en 1996 por el entonces jefe del gobierno español José María Aznar, subordinado a los dictámenes de Estados Unidos, y que imponía condiciones a todo tipo de diálogo, sin respetar la soberanía e independencia de la nación caribeña.