Un trasnochado preconiza anexión en pleno siglo XXI

Editado por Maite González Martínez
2021-03-24 07:10:42

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Bill Kristol. (Chip Somodevilla/Getty Images)

Por: Roberto Morejón

Los debates en Estados Unidos acerca de si el  Distrito de Columbia debería convertirse en el estado número 51 de la Unión solo interesan a los lugareños, pero si un aturdido tantea anexar también a Cuba, entonces trascienden fronteras.

El analista político conservador William Kristol escribió en Twitter: “Tiempo para DC (en referencia al Distrito de Columbia), Puerto Rico, Cuba (tan pronto como sea gratis), ¿1 ó 2 más?”.

Numerosos usuarios de la red social increparon al fundador y director del ‘Weekly Standard’ y calificaron su propuesta de absurda.

Además, subrayaron que Cuba es una nación soberana y el postulante reflejó afanes colonialistas e imperialistas. 

Todo un aluvión merecido para quien sobrepasó límites imaginables en pleno siglo veintiuno, en el seno de un país rico que enarbola su alegada condición de cuna de las libertades.

Para quien es visto como uno de los referentes del neoconservadurismo estadounidense, esas emancipaciones NO son atribuibles a otros países, lo cual constituye una visión de la Prehistoria.  

Dicho de otra forma, el reclamante se inclina por anexar otro país, una conducta que para los cubanos está envilecida.

Como se sabe en Cuba, el anexionismo ha cambiado de ropaje desde el siglo XIX, después de manifestarse originalmente como grupo político resistente a las tendencias independentistas contra el colonialismo español.

Por aquellos tiempos algunos criollos desearon incorporar el archipiélago caribeño al bloque sureño de Estados Unidos.

Con rapidez se alzaron voces frente a una concepción que amenazaba con destruir el germen de la nacionalidad.

Después, con la intervención estadounidense a fines del siglo XIX en la lucha de los mambises contra el coloniaje español y la posterior Enmienda Platt, la potencia del Norte afianzaría su presencia en la nación caribeña.

Quedó diseñada una república neocolonial truncada en 1959 y que algunos ansían recuperar, incluso cubanos de extrema derecha en la Florida.

Y entre los insinuantes del anexionismo de Cuba se pronuncia en Washington un favorecedor de la invasión estadounidense a Irak, Bill Kristol.

El mismo que en 2016 tenía en su despacho una estatuilla del expresidente iraquí Sadam Husein, con rasgos de caricatura y el cráneo abierto, los sesos al aire, como si fuera un trofeo.

¿Conservará Kristol aún la aberrante mascota?



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