Secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, durante rueda de prensa en Washington D.C., 26 de febrero de 2021. Foto/AFP.

Por: Guillermo Alvarado

Como un ejercicio de hipocresía en el más puro estado puede calificarse el informe presentado por el gobierno de Estados Unidos, donde se atribuye el papel de fiscal y juez sobre la situación de los derechos humanos en unos 200 países, excluido él mismo, por supuesto.

El texto, dijo el director del Centro de Investigaciones de Política Internacional de Cuba, José Ramón Cabañas, pretende instalar la imagen de que la potencia norteña es “un faro de virtudes” y el resto del planeta está mal.

Se trata de un documento que desde hace cuatro décadas el Congreso estadounidense pide al secretario de Estado, tarea que esta vez le tocó al recién estrenado Antony Blinken, quien no puso reparos en retorcer la realidad hasta volverla casi irreconocible.

Blinken repartió culpas a los cuatro vientos, pero obvió decir que Estados Unidos es históricamente el mayor violador de las garantías fundamentales dentro y fuera de su territorio.

Respecto a Cuba, el informe de marras dice que aquí existen, entre otras cosas, supuestas restricciones al derecho de reunión pacífica, así como de libertad religiosa, que hay trata de personas y que el poder judicial carece de independencia.

Curiosa acusación que viene de un país donde la policía y la guardia nacional reprimen con exceso de fuerza las manifestaciones contra el racismo, el odio y la supremacía blanca y utiliza los grandes medios de comunicación, incluso la cinematografía, para callar o distorsionar la verdad.

Es conveniente recordar que Cuba defiende los derechos humanos comenzando por el más elemental, el de la vida, del que emanan todos los demás, y lo demuestra con un índice de mortalidad infantil de 4,9 por cada mil nacidos vivos en 2020, indicador que envidian varias naciones desarrolladas.

Desde los primeros años de la Revolución los profesionales cubanos de la salud, deportistas, maestros, científicos y técnicos han recorrido los cuatro puntos cardinales del mundo para colaborar solidariamente con otros pueblos.

Por el contrario, Estados Unidos sólo después de la II Guerra Mundial ha intervenido con sus tropas en por lo menos 28 países, 8 de ellos latinoamericanos, y dejaron cientos de miles de muertos y heridos.

El bloqueo económico, comercial y financiero que Washington impuso contra este país caribeño hace seis décadas es la principal violación a los derechos humanos de todo un pueblo. Sólo en los últimos cuatro años se aplicaron 240 acciones para incrementar el sufrimiento y penurias de los cubanos.

Nada de eso ha cambiado la voluntad de la Revolución de mantener firme su rumbo, ni ha mermado el sólido prestigio de que disfruta ante la comunidad internacional, sobre todo ahora en tiempos de una pandemia que, por cierto, tiene a Estados Unidos sumido en el caos, la muerte y la enfermedad.