La Gestión
Por: Guillermo Alvarado
Dicen que fue un optimista el que inventó el avión, aparato que revolucionó el transporte de personas y de mercancías y propició el acercamiento entre los pueblos; pero luego apareció un pesimista e inventó el paracaídas, que ha salvado no pocas vidas. Ambos le hicieron un servicio a la humanidad.
El tema viene a colación porque desde el anuncio de las primeras vacunas contra la covid-19, enfermedad que nos tiene a todos sumidos en una gran incertidumbre, hay una tendencia peligrosa de hacer a un lado las elementales reglas de protección contra este nuevo coronavirus.
A riesgo de que algunos me inscriban en el bando de los pesimistas, soy de los que opinan que los inmunizantes no van a poner fin automáticamente a la pandemia y que es indispensable mantener el aislamiento, la mascarilla, la distancia social y las prácticas de higiene.
Un vistazo a lo que sucede alrededor debería bastar para comprender que el peligro sigue instalado en el umbral de nuestro mundo, sobre todo porque en este caso no hay dos bandos, sino que desde los primeros días está actuando un tercero, el de los irresponsables.
Me refiero a gente como Donald Trump, Jair Bolsonaro y otros que propiciaron en sus pueblos un verdadero desastre humanitario.
De Brasil y Estados Unidos se ha dicho bastante, pero fijémonos en Uruguay, pequeño país con tres millones y medio de pobladores y con la tasa de infecciones más elevada de todo el mundo, nada menos que mil 370 nuevos casos por cada cien mil habitantes en los últimos 14 días.
Desde el comienzo de la pandemia, en esa nación sudamericana hay registrados 149 mil 430 contagios y mil 595 muertes y el lunes pasado fallecieron 71 personas en sólo 24 horas. El gobierno se negó siempre a aplicar una cuarentena o imponer restricciones contra el virus.
Desafortunadamente ese tipo de conductas se han visto en muchas partes.
Yo soy sobreviviente de un accidente de aviación, pertenezco al pequeño grupo con esa suerte, no porque tuviese ocasión de usar un paracaídas, sino porque la tripulación de la aeronave utilizó sus últimos segundos de vida para tomar medidas que nos salvaron a la mayoría de pasajeros.
En esta historia ellos fueron los optimistas. Conociendo su inminente muerte apostaron por la vida de los demás. Hoy día ese papel lo juega el personal de la salud, gente que con generosidad se sacrifica para que los demás puedan volver a su casa, a su familia, sus amigos y su trabajo.
Durante este descenso que es la pandemia, nuestro paracaídas es la protección individual que garantiza la colectiva, no hay otra salida. ¿Qué dicen, lo usamos o nos apuntamos entre los irresponsables?