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Por: Guillermo Alvarado
El pueblo de Colombia se anotó una importante victoria cuando obligó al presidente de ese país, Iván Duque, a retirar del Congreso un polémico proyecto de reforma tributaria que tendría un fuerte impacto negativo en las capas medias y bajas de la sociedad.
Se trataba en realidad de un completo desatino, una demostración de que los gobernantes colombianos no tienen puestos los pies sobre la tierra e ignoran las vicisitudes que pasa la población para sobrevivir.
La reforma en sí misma era dañina, pero en tiempos de pandemia, que en las últimas semanas está golpeando muy duro a la nación sudamericana, resultaría francamente demoledora.
Desde el principio de la crisis sanitaria se registraron allí 2,88 millones de casos positivos y murieron más de 74 mil personas. Este sábado en apenas 24 horas hubo 18 mil contagios y 495 fallecidos.
En estas condiciones Duque pretendía imponer un Impuesto al Valor Agregado, el llamado IVA, del 19 por ciento a un grupo de alimentos básicos, como huevos, carne, pescado, café y sal, lo que dispararía el precio de la canasta básica.
Al mismo tiempo se obligaría a pagar impuesto sobre la renta a los trabajadores con salarios a partir de 2,4 millones de pesos, cuando el costo mínimo de la vida para una sola persona es de unos 3,5 millones.
También se pretendía imponer tributos a los pensionados, pero la cereza del pastel, o la tapa al pomo como se dice en otros lados, era un absurdo cargo fiscal nada menos que a los entierros, como si no fuera suficiente la pena de las familias que han perdido a un ser querido.
La indignación fue directamente proporcional a la perfidia de este proyecto y desde el 28 de abril se desataron protestas en todo el país donde participaron unos 7 millones de personas, destacándose la capital, Bogotá, así como Medellín, Cali, Barranquilla, Pereira y Bucaramanga.
El sábado el presidente Duque dijo que haría modificaciones al programa, lo que no contuvo el malestar de la gente y finalmente ayer domingo anunció su retiro total del parlamento, así como la realización de encuentros con diversos sectores para llegar a un consenso sobre una nueva reforma.
Durante las jornadas de protesta la policía y el ejército reprimieron con exceso de fuerza a la población y se habla de hasta diez muertos, si bien no hay una cifra oficial de las víctimas.
Queda, eso sí, el ejemplo de que con unidad, decisión y valentía se pueden derrotar los planes neoliberales que se intentan imponer en la región.