Foto / Associated Press
Por: Guillermo Alvarado
Cuando en todo el mundo existe conciencia de las enormes desigualdades para acceder a las vacunas contra la covid-19, concentradas en un pequeño grupo de países desarrollados, se difundió la triste noticia de que en Estados Unidos hay millones de dosis a punto de vencerse.
La información la dio el diario The Wall Street Journal, un medio conservador y en absoluto sospechoso de albergar simpatías por sectores progresistas, socialistas u opositores a los intereses de la potencia norteña.
Si bien no se menciona una cifra exacta, se habla de gran cantidad de preparados que están en los almacenes federales con pocas semanas de vigencia, sobre todo de la farmacéutica Johnson & Johnson, aunque el inconveniente afecta también a productos de otras firmas.
De acuerdo con la fuente, el problema radica en que se dejaron de aplicar algunos de estos inmunizantes por la aparición de trombos en los receptores y en su lugar se privilegió la Pfizer.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades informaron que de los 21 millones de vacunas de Johnson & Johnson adquiridas por el gobierno, sólo se aplicaron la mitad, en tanto que de Pfizer y Moderna se utilizó el 83 por ciento.
Hubo decenas de miles de turnos que se cancelaron y, en general, el ritmo de la campaña de vacunación en Estados Unidos se desaceleró.
Los preparados de Johnson & Johnson pueden permanecer refrigerados durante 3 meses, plazo que fue sospechosamente extendido en las últimas horas; los de Pfizer vencen a los seis meses y los de Moderna tienen medio año de vida congelados.
Aunque se hagan donaciones a otros países como anunció con pompa Joe Biden en Europa ayer jueves, se corre el riesgo de que se apliquen más allá de la fecha de caducidad y que no produzcan la inmunidad esperada.
Es probable que el país más rico del mundo pueda asumir sin problemas el costo de estas pérdidas, pero es una realidad chocante cuando se conoce, por ejemplo, que en Haití, el pueblo más pobre del hemisferio occidental, todavía no se ha aplicado una sola vacuna contra el nuevo coronavirus.
Incluso instituciones para nada humanitarias, como la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, expresaron su preocupación por la desigualdad en el acceso a la protección ante una pandemia que nos pone en peligro a todos.
Las naciones ricas se apresuraron a acaparar vacunas por encima de sus necesidades, lo que a la larga vino a demostrar que la avaricia, tarde o temprano, termina rompiendo el saco.