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Por: Guillermo Alvarado
Israel está estrenando un nuevo gobierno, con el empresario derechista Naftali Bennett como primer ministro, al frente de una coalición de ocho partidos con profundas diferencias políticas e ideológicas que dan la impresión de asumir una alianza efímera, prendida con alfileres.
Se trata de una especie de reacomodo de fuerzas, pero que no implica cambios profundos ni en el interior de ese Estado, ni en sus relaciones con sus vecinos y las potencias hegemónicas.
El único resultado visible y que motivó muchos titulares de prensa desde el reciente domingo es que por fin, luego de 12 años en el poder, se aleja Benjamín Netanyahu aunque su fantasma seguirá volando muy bajo sobre la nueva administración.
Así lo advirtió él mismo cuando dijo que asumirá la oposición en el Parlamento, con el objetivo de derrocar lo más pronto posible al gobierno de Bennet.
En realidad le es urgente volver al poder porque ahora, como simple ciudadano, está a merced de los aparatos de justicia que lo procesan por varios delitos, entre ellos abuso de poder, corrupción y fraude que lo podrían llevar varios años tras las rejas.
Aparentemente no le será tan difícil a Netanyahu cumplir su objetivo, si se toman en cuenta todas las contradicciones internas y la apretada votación legislativa de 60 a 59, con una abstención, a favor de Bennet.
Lo que pasa es que el viejo halcón sionista tampoco las tiene todas consigo, porque su imagen está muy desgastada y así quedó claro en los ruidosos festejos por su salida del poder.
Respecto al pueblo palestino no hay ningún cambio en el relevo ocurrido en Tel Aviv hace pocas horas. Una muestra es que el mismo sujeto que dirigió el reciente ataque contra la Franja de Gaza, Benny Gantz, del partido Azul y Blanco, sigue al frente del ministerio de Defensa.
Otro peligroso extremista de derecha, Abigdor Lieberman, un feroz racista que una vez dijo que había que ahogar a los prisioneros palestinos en el mar muerto, estará al frente de la cartera de Finanzas.
Bennet, quien según el acuerdo gobernará dos años y será relevado por Yair Lapid, ya conversó con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, para recomponer las relaciones mutuas, que quedaron dañadas por la íntima alianza entre Netanyahu y Donald Trump.
Así pues, excepto los nombres no hay cambios en este reacomodo, que para la causa de la justicia y los derechos humanos del sufrido pueblo palestino, trae más de lo mismo.