Por: Roberto Morejón
El número de contagios y muertes en América Latina por la COVID-19 aumenta, incluso en Chile, donde la vacunación avanzó junto con Uruguay, pero ese proceso beneficioso NO contrarresta padecimientos sociales de la región.
Más de un millón de latinoamericanos perdieron la vida por el virus y la cifra amenaza con ampliarse a un millón 200 mil.
Así se vislumbra en medio de nuevos confinamientos, camas llenas en terapia intensiva, récords de contagios y falta de oxígeno en hospitales.
Quizás el panorama más sobrecogedor se advierte en Perú, cuyo registro oficial de víctimas prácticamente se triplicó tras una revisión.
Nadie puede negar que el alza sostenida de casos del virus Sars-Cov-2 tiene relación objetiva con las nuevas variantes, incluida la P.1 en Brasil y la denominada lambda, asociada a la transmisión en varios países.
No obstante, la región presenta singularidades por su cuadro económico, imposible de dejar atrás por mucho temor justificado que inspire el nuevo coronavirus.
Las disposiciones efectivas para reducir la Covid-19 como el distanciamiento físico, las mascarillas y eludir aglomeraciones pierden asidero en América Latina.
Allí la economía informal es el sustento de casi la mitad de la población que confiesa la imposibilidad de encerrarse en su vivienda, al carecer de protección social.
A su vez los barrios pobres con alta densidad poblacional, como las favelas o chabolas, constituyen espacios idóneos para la alta transmisión del virus.
Agreguemos el desplome de los servicios sanitarios públicos por largos años de aplicación de recetas neoliberales.
Tampoco puede dejarse de lado la baja sintonía entre autoridades de una nación y gobernadores, como en Brasil, donde los últimos bregan por imponer restricciones y el Presidente se burla de ellas porque se trata de una “gripecita”.
En medio de tantas desventajas, América Latina y África cuentan además con muy bajo acceso a las vacunas disponibles, acopiadas por los países ricos.
Si como afirman los expertos para que la inmunización controle la transmisión del virus debe alcanzarse la cobertura de 70% de la población, puede vislumbrarse que ningún país de América Latina está cerca de conseguirlo.
Por lo tanto, como el problema sanitario está vinculado con el deterioro de la economía, la región al Sur del Río Bravo tendrá que aguardar varios años para recuperarse.