Foto: BioCubaFarma.
Por: Roberto Morejón
Mientras un grupo de eminentes científicos cubanos informaba sobre resultados preliminares notables de uno de los candidatos autóctonos a vacunas contra la COVID-19 , en redes sociales insertaban tendenciosamente una foto sobre un supuesto embalaje irregular de los inyectables.
El peso de las evidencias de hombres y mujeres de ciencias de la mayor de las Antillas que en apenas 13 meses y sin los recursos financieros y tecnológicos de las grandes farmacéuticas lograron tales provechos parciales, era minimizado o ignorado por quienes apuestan por dibujar una Cuba desolada.
Sin insumos suficientes porque el agudizado bloqueo estadounidense impide su adquisición o dilata su llegada a La Habana , centenares de científicos de la nación caribeña trabajan para hallar antídotos propios contra una enfermedad letal.
Los cubanos siguen atentamente las informaciones acerca de los estudios clínicos e intervenciones sanitarias en personal y poblaciones de riesgo, con los dos aspirantes a vacunas contra la COVID-19 más avanzados.
Abdala, a punto de entregar las certidumbres de eficacia hasta la fase dos de simulacros, y Soberana 02, que cumplió ese trámite, se erigen en dos grandes trofeos.
No son coronas de oro o dólares, como se busca en sociedades mercantilizadas, sino de inmunizadores con posibilidades de frenar un prolongado y peligroso rebrote de los contagios en Cuba.
Con más de mil casos diarios y el aumento de fallecidos aun en medio de drásticas disposiciones higiénico-sanitarias, Cuba y el Sur empobrecido, con escaso acceso a inmunizadores, necesitan de tales fármacos.
Los científicos cubanos demuestran los aciertos después de tantos desvelos, con una Soberana 02 que en dos dosis, de tres, infiere eficacia de 62 por ciento.
El indicador sobrepasa el 50 por ciento como demanda la Organización Mundial de la Salud para considerar una vacuna plausible.
Los avezados ensayadores hablaron de los logros con modestia, aunque un brillo húmedo apareció en los ojos de una representación de ellos, al anunciarse los recuentos estadísticos, susceptibles de mejorar.
Saben los científicos antillanos del gran servicio que brindan a sus compatriotas y a la Humanidad.
Anta tanta entrega personal y profesional constituye una felonía buscarle enfermizamente supuestas fallas a un objetivo tan loable como hallar soluciones nacionales a un mal como el de la pandemia.