Imagen / Médicos Sin Fronteras
Por: Guillermo Alvarado
Sabido es que en términos generales para el mercado capitalista la salud no es ni un drama, ni un servicio, sino un aventajado negocio y el enfermo nunca se mira con un ser humano que está sufriendo, pero sí como un cliente que pagará una factura, entre más grave el caso, más elevada la cuenta.
Advierto que hay excepciones, tanto a nivel individual, institucional o nacional, pero la norma es esa y se cumple de manera bastante rigurosa.
Un ejemplo lo tenemos en estos tiempos de pandemia, cuando la covid-19 está azotando a todo el planeta donde se acumulan ya más de 203 millones de contagios y por lo menos 4,3 millones perdieron la vida, según cálculos conservadores porque las cifras seguramente son más altas.
Desde las primeras semanas de 2020, cuando hubo claridad sobre el desastre que se abatía contra nuestra especie, la posibilidad de lograr vacunas que sirvieran para contener el virus, sumado a las medidas de protección personal y social, se convirtió en un sueño, una esperanza.
Poco a poco esa posibilidad fue tomando cuerpo y hoy se cuenta ya con un arsenal de inmunizantes que, bien utilizados, podrían beneficiar a todos.
Lamentablemente los países más ricos están acaparando este producto muy por encima de sus necesidades y los pobres todavía siguen soñando.
Pero hay otra cara de este problema que es más desagradable, obscena y cruel y la representan las enormes ganancias que acumularon un grupo de laboratorios fabricantes de las vacunas contra esta enfermedad.
En lo que va de este año Johnson & Johnson, Pfizer, AstraZeneca, Moderna, BioNtech y Novavax aumentaron su valor bursátil global, es decir su capital, de 768 mil 800 millones de dólares hasta UN BILLÓN 76 mil millones.
Este es el valor de algunas de las economías más desarrolladas de América Latina y El Caribe, como la de México, por ejemplo.
Si se toma en cuenta el valor que tenían esas transnacionales a principios de 2020, cuando estalló la crisis sanitaria mundial, la ganancia es mucho mayor.
Para que se vea lo diabólico de estas operaciones, veamos un dato que aporta la Fundación para el cuidado de la salud-Sida, según la cual el 80 por ciento del dinero gastado en las investigaciones para desarrollar la vacuna anti covid vino del sector público, de aportes de gobiernos.
A pesar de eso, los grandes laboratorios se niegan terminantemente a eliminar las patentes de sus productos, de tal manera que muchos países pudiesen fabricarlos y utilizarlos en su población a muy bajo costo.
Lo que para muchos ha sido tristeza, malestares y duelos inconclusos, la peor forma de duelo, para pocos es fuente de riqueza insultante porque viene de lo más profundo del dolor de millones de seres humanos.