Más de 60 mil casas quedaron dañadas totalmente y casi 70 mil de manera parcial. Foto: PL
Por Roberto Morejón (RHC)
La explosiva mezcla entre crisis política, inseguridad ciudadana, derrumbes y muertos causados por el terremoto y las inundaciones derivadas de la tormenta tropical Grace, agravó la desesperación de los haitianos.
Las víctimas de la sacudida telúrica se acercan a las dos mil, los heridos son casi 10 mil y más de 684 mil personas requieren ayuda humanitaria urgente.
Como si fueran pocos esos percances, el país caribeño quedó a merced de los vientos y lluvias de Grace que paralizaron las faenas de rescate tras el sismo.
De ahí que el hedor aún se capte entre escombros en algunas zonas, al parecer por la presencia de cadáveres insepultos.
El horror está a la vista de los damnificados, muchos apremiados por la falta de alimentos y hacinados bajo improvisadas carpas.
Allí la falta de agua amenaza con atraer nuevas enfermedades en un país donde se lucha en condiciones desventajosas contra la Covid-19.
Como más de 60 mil casas quedaron dañadas totalmente y casi 70 mil de manera parcial, los haitianos esperan porque los escasos equipos pesados remuevan remanentes de edificios, para improvisar refugios transitorios.
El acceso a la atención médica continúa siendo muy limitado porque los hospitales están saturados con pacientes de Covid-19 y los afectados por el terremoto.
En medio de ese déficit, la institución Desarrollo de Actividades de Salud, una red de hospitales y clínicas privadas del país cerró sus puertas en protesta contra el secuestro de un obstetra.
Una luz de esperanza se alzó con el arribo gradual de ayuda internacional, aunque la arraigada pobreza, inseguridad y falta de infraestructura básica atentan contra el propósito de entregar rápidamente alimentos e insumos destinados a profesionales de la salud.
Lo que muchos temían llegó. Multitudes enfurecidas reclaman asistencia después de quedar a la intemperie, una situación superior a las fuerzas y capacidades del gobierno del país más pobre del Hemisferio Occidental.
Cuando aún Haití NO se había recuperado totalmente del desastroso terremoto de 2010 que causó la muerte a más de 200 mil personas, la nueva catástrofe natural que siguió al asesinato del presidente Jovenel Moïse llevó a una población exhausta al límite.
El primer ministro Ariel Henry hizo un retrato ilustrativo: la nación enfrenta tiempos dolorosos y está destruida física y mentalmente.