Aeropuerto de Kabul. Foto: BBC.
Por: Guillermo Alvarado
La abrupta salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, ahora concentradas en el aeropuerto de Kabul, el implacable y rápido avance del Talibán y el derrumbe del ejército local armado, entrenado y financiado por Washington, fueron los ingredientes ideales para un caos monumental.
Hoy las preguntas siguen siendo muchas más que las respuestas y aunque la Casa Blanca insiste en que no ocurrió una derrota militar, esas son justamente las sensaciones predominantes en todo el mundo, donde crece la preocupación sobre el futuro de la población afgana, sobre todo de las mujeres y las niñas.
El Talibán está tratando de mostrar un rostro diferente al que enseñó entre 1996 y 2001, cuando gobernó la nación centro asiática, y en ese sentido anunció una amnistía para quienes colaboraron con la ocupación y prometió dar un trato moderado hacia las personas.
Esto va apoyado por su deseo manifiesto de tener relaciones políticas y comerciales con todo el mundo, tras la formación de un gobierno “inclusivo”.
La gran interrogante es si la naturaleza interna de una organización extremista ha cambiado tanto en dos décadas de resistencia a los agresores, pero las escenas que llegan desde el aeropuerto, donde miles se agolpan para huir del país, no permiten hacerse muchas ilusiones.
Y esa es otra de las preguntas del momento. ¿Qué va a pasar con los refugiados, a dónde irán a parar y qué garantías tendrán? México, país con una gran tradición de solidaridad, ya anunció que acogerá a tantos como pueda.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, llamó a los países a recibir a civiles afganos, y anunció tener contactos con los talibanes para facilitar las evacuaciones.
El bloque considera “imposible” evacuar a todos los necesitados para el 31 de agosto, y lamenta que las medidas de seguridad de Estados Unidos en el aeropuerto de Kabul dificulten la operación.
Menos realista fue la petición británica de que el Pentágono mantenga sus tropas más allá de la fecha fijada, toda vez que los militares extranjeros ya solo controlan las instalaciones aéreas.
Además de su sensación de victoria, el Talibán tiene en su poder todo el moderno armamento, medios de transporte, drones, equipos de comunicación y otros pertrechos que Washington entregó al ejército de Afganistán, valorados en cientos de miles de millones de dólares.
El caos no conoce límites y puede empeorar, siempre con la peor parte para la población civil que muy caro está pagando la arrogancia de una potencia que se atribuye el derecho de intervenir donde se le ocurra, sin más razones que su malsana voluntad.