Apuntes para una agenda (VII)

Editado por Maite González
2021-10-01 07:03:08

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Batalla de Derna (1805). Durante la primera guerra berberisca fue la primera batalla en tierra de Estados Unidos fuera de su territorio.

Por: Guillermo Alvarado

Estamos ya en octubre y falta menos para la Cumbre sobre Democracia, Derechos Humanos y lucha contra el Terrorismo, convocada para diciembre próximo por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, con el propósito de conversar acerca de estos temas con un grupo de países aliados y servidores.

Conviene, entonces, contribuir con una nueva entrega de apuntes para una eventual agenda que Washington podría presentar a sus invitados, si en serio se propone discutir a fondo, con honestidad y valentía sobre cómo el país norteño actuó desde sus primeros días hasta la actualidad.

Hablemos hoy del que parece ser el pasatiempo favorito de los estadounidenses, la guerra, una constante a lo largo de cada año de su historia dentro y fuera de las fronteras.

Como muchas naciones en nuestro continente, las originarias 13 Colonias, embrión de lo que hoy es la principal potencia económica y militar, libraron una larga y cruenta guerra para alcanzar su independencia de la metrópoli británica.

El caso es que entre 1776 y 1799 no conoció un solo año de paz porque al mismo tiempo que peleó por su soberanía comenzó su expansión hacia territorios vecinos, para asentar su poder y “defender” sus fronteras.

Sus primeras guerras fueron, pues, contra los pueblos indígenas cercanos a sus lindes, como los Chickamauga, Cheroquis, Pennamite y Oconee, entre otros, que sucesivamente resultaron despojados de sus bienes. Ya hablamos antes sobre ese genocidio que nunca fue juzgado ni castigado.

En  épocas tan tempranas, también el naciente imperio se las arregló para entrar en conflicto con Argelia y otros estados del norte de África, que fueron el preludio de las llamadas Guerras Berberiscas, ocurridas ya en los primeros años del siglo XIX.

Un episodio curioso fue la llamada “casi” guerra naval contra Francia, ocurrida entre 1798 y 1800 sin una declaración formal de hostilidades, pero sí con violentos combates. Quienes hayan leído El Siglo de las Luces, del genial cubano Alejo Carpentier, la conocieron como la “Guerra de Brigantes”.

 Digo que fue curioso, porque París fue uno de los grandes aliados durante la lucha por la independencia estadounidense, pero tras la Revolución Francesa, sobre todo la eliminación de la monarquía en 1792, las cosas cambiaron.

Como un presagio de las paradojas que el mundo vería años después, en 1794 Estados Unidos firmó el Tratado de Jay para estrechar relaciones con los británicos, pocos años antes sus principales adversarios.

Primera lección de que en ese tipo de política no hay amigos ni gratitudes, solo intereses.



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