Imagen / El Periodista.
Por: Guillermo Alvarado
Autoridades humanitarias advirtieron que en Afganistán, un país rico en recursos naturales, pero devastado por décadas de guerra y ocupación extranjera, ya se comenzaron a registrar los primeros casos de niños fallecidos como consecuencia del hambre.
En la provincia central de Ghor por lo menos 17 menores murieron por falta de alimentos y otros 300 están ingresados en un hospital, la mayoría de ellos con malnutrición severa por lo que sus vidas también corren inminente peligro.
La situación ya era grave durante la intervención militar foránea, encabezada por Estados Unidos, cuando cerca de la mitad de la población, estimada en unos 38 millones de personas, dependía de la ayuda exterior para sobrevivir, sobre todo los desplazados internos y los refugiados.
A los daños causados por la guerra se sumó en los últimos tiempos una pertinaz sequía que destruyó una gran cantidad de cosechas, lo cual trajo consigo un aumento exagerado de los precios y los dejó fuera de la capacidad adquisitiva de la mayoría de las familias.
La reconquista del poder por los Talibanes y la abrupta salida de occidente no hicieron sino empeorar las cosas.
El régimen construido por los ocupantes durante 20 años demostró que estaba sostenido por alfileres y se derrumbó en unas pocas semanas, lo que dejó prácticamente en la calle a cientos de miles de trabajadores que de pronto perdieron los ingresos necesarios para sobrevivir.
A la precariedad se suma el temor de sufrir represalias por haber colaborado de alguna manera con el sistema impuesto por los invasores, lo que motivó a muchos a desplazarse con la intención de cruzar las fronteras.
La tragedia quedó completa con la aplicación de sanciones al Talibán, como el congelamiento del dinero destinado a programas de desarrollo, o la medida del Fondo Monetario Internacional de impedir el acceso del nuevo gobierno a las reservas monetarias, depositadas en Estados Unidos.
En este desolador paisaje los niños llevan la peor parte y ya la ONU advirtió que de no hacerse nada al respecto, a finales de 2021 un millón de menores de 5 años sufrirán malnutrición grave y requerirán asistencia médica para sobrevivir, algo que no todos lograrán.
Como se sabe, la desnutrición aguda no sólo compromete el presente de los infantes, sino que también afecta a su futuro que estará acompañado permanentemente por secuelas físicas e intelectuales.
Si la niñez es la semilla de la sociedad, en Afganistán el porvenir se presagia muy oscuro porque desde hoy está quedando marcado para siempre.