Foto tomada del periódico 5 de septiembre
Por Guillermo Alvarado (RHC)
Cuando faltan menos de tres semanas para el inicio de la Cumbre sobre Cambio Climático de Glasgow, Reino Unido, numerosas organizaciones sociales, defensoras del medio ambiente y movimientos ciudadanos exigen a los gobiernos mayores compromisos para salvar la vida en el planeta.
La cita, conocida como COP-26 será un intento por evitar el fracaso de los Acuerdos de París, adoptados en 2015, pero que hasta la fecha siguen sin implementarse debido a la falta de voluntad política de varios de los principales emisores de gases contaminantes a la atmósfera.
En la capital francesa la mayoría de los presentes firmaron su compromiso colectivo de evitar que el aumento de la temperatura global rebasara 1,5 grados centígrados, con respecto a la era preindustrial, a más tardar en 2050.
Sin embargo al paso en qué va la situación esa cota se cruzará mucho antes y, según estimaciones de los expertos de la ONU, el planeta se enfrentará a un catastrófico incremento del calentamiento ambiental de 2,7 grados, un punto que posiblemente ya no tendrá marcha atrás.
De ahí que, recientemente, en la ciudad de Bruselas, Bélgica, unas 50 mil personas marcharon por las calles para exigir medidas drásticas, e impedir que la cumbre de Glasgow pase como un evento más.
Es normal que a estas reuniones muchos jefes de Estado y de Gobierno, así como altas personalidades lleguen a dar un discurso plagado de buenas intenciones y palabras bonitas, pero luego se marchen sin haber escuchado a sus colegas y sin la intención de poner en práctica ideas novedosas.
Eso a pesar de que los recientes eventos climáticos demostraron su potencial destructor tanto en países desarrollados como en el mundo pobre, dejando una estela de pérdidas humanas y materiales para nada despreciable.
Incendios devastadores, sequías prolongadas, tormentas cada vez más frecuentes e intensas demuestran que ya no hay tiempo que perder.
De la COP-26 se espera que emerja un paquete de medidas equilibrado y negociado para disminuir la dispersión de dióxido de carbono a la atmósfera, con efectos visibles a más tardar en 2030.
De igual manera deben tomarse decisiones para ayudar a todos los países a adaptarse al cambio climático y sus efectos más nocivos, entre ellos el aumento del nivel del mar que amenaza a los pequeños estados insulares.
Es imprescindible que se llegue a acuerdos financieros para eliminar el uso de combustibles fósiles, tanto en la industria, el transporte y los hogares, y dar paso a sistemas energéticos limpios.
No es mucho pedir, si se toma en cuenta que se trata de salvar el planeta donde vivimos todos, ricos y pobres, buenos y malos.