En Chile aún resulta negativo el balance entre las expectativas y las realidades. Foto: France 24
Por Guillermo Alvarado (RHC)
Con marchas en la capital y varias ciudades del interior de Chile, decenas de miles de personas recordaron el segundo aniversario del estallido social que comenzó el 18 de octubre de 2019, paso inicial de las urgentes transformaciones políticas y socioeconómicas necesarias en ese país.
Lo que en un momento fue una protesta estudiantil por el incremento del pasaje en el metro, uno de los principales medios de transporte en Santiago de Chile, derivó en una sucesión de demandas cada vez más amplias que pusieron contra la pared al gobierno.
Quizás con la esperanza de poder ejecutar la maniobra del gatopardo, de que hay que cambiar si se quiere seguir viviendo como siempre, el presidente Sebastián Piñera cedió ante la exigencia de concretar el referendo para convocar a una constituyente y redactar la nueva Carta Magna.
El caso es que pronto se vio que la presión social era más profunda que la mera presencia de la gente en las calles, pues no sólo triunfó el sí a la Ley de Leyes para sustituir la heredada de la dictadura de Pinochet, sino que en la formación de la Asamblea la derecha quedó en franca minoría.
Sin duda alguna, el hecho más concreto y real de cambio en estos dos años, sea el comienzo del trabajo hacia una Constitución, con una fuerte representación de los intereses de las capas medias y bajas de la población, incluidos delegados de los pueblos indígenas, hasta ahora fuera en la vida nacional.
Otro acontecimiento está tocando a las puertas, las elecciones presidenciales del 21 de noviembre, donde existe la posibilidad real de un triunfo progresista porque el promedio de sondeos de intención de voto favorece a Gabriel Boric, del Frente Amplio que forma parte de la coalición Apruebo Dignidad.
Haría falta consolidar esta opción con una actitud consecuente de otros sectores de izquierda, que parecen poner por delante sus propios intereses antes que el bien común de toda la nación.
No se puede ignorar el peligro que significa el crecimiento de la extrema derecha, representada por José Antonio Kast, que rebasó en la carrera presidencial al candidato de Piñera, Sebastián Sichel, y a quien alguna encuesta de último momento otorga un empate técnico con Boric.
En lo que Chile no ha cambiado en los últimos 24 meses es en el irrespeto a los derechos humanos y las garantías ciudadanas. Todavía falta mucho para hacer justicia respecto a los abusos cometidos por el cuerpo de carabineros en 2019, y que de hecho se repiten a cada rato con una amplia impunidad.
Se ha avanzado en ciertos aspectos, es verdad, pero aún resulta negativo el balance entre las expectativas y las realidades, si bien la esperanza de un cambio es fuerte y debe cuidarse con esmero.