Por María Josefina Arce (RHC)

Un oportuno llamado a que cesen las agresiones, bloqueos y sanciones hizo en días recientes el Papa Francisco, cuando el mundo es testigo de acciones cada vez más egoístas, desestabilizadoras y hegemónicas de algunas naciones poderosas contra las más humildes.

Ningún ejemplo mejor que el de Cuba, objeto de un largo y criminal bloqueo impuesto por Estados Unidos desde hace casi sesenta años y que se mantiene invariable de  administración en administración, lastrando el desarrollo socioeconómico de la Mayor de las Antillas.

Un cerco que profundizó su carácter genocida en medio de una pandemia que exige, como han reiterado Cuba y otras naciones, solidaridad y cooperación para hacer frente a una enfermedad que ha causado la muerte de cerca de cinco millones de personas en el mundo.

El cese de esta unilateral medida es desde hace casi tres décadas un reclamo mayoritario de los estados miembros de la Organización de Naciones Unidas.

Precisamente lo recordaba en una de sus habituales conferencias de prensa matutinas el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, al señalar: "El levantamiento del bloqueo a Cuba no es novedoso, lo piden desde hace tiempo México y el mundo en la Asamblea General de la ONU".

 Pero Estados Unidos desprecia el reclamo mundial y mira convenientemente hacia otro lado. Pretende ignorar el hecho de que por ejemplo, en junio pasado 184 naciones condenaron en la ciudad de Nueva York, sede del organismo, el cerco económico que afecta sectores esenciales como la salud y la educación.

 Una demanda que a lo largo de este año cobró una especial fuerza y se hizo sentir en las calles de Europa, Asia, América Latina, África e incluso de Estados Unidos. Que invadió las redes sociales para recordarle al actual gobierno estadounidense que el mundo rechaza esa unilateral medida.

 Cuantiosas son las pérdidas económicas, que solo entre abril y diciembre de 2020 fueron de 3 MIL 586 millones de dólares. Pero el daño va más allá de los costos multimillonarios, es el dolor causado a las familias cubanas que es incalculable.

Foto: Archivo/RHC

Muchas son las familias que han perdido un ser querido porque el bloqueo impide el acceso a determinados fármacos, tratamientos o equipos por tener algún componente de fabricación estadounidense.

No hay rama de nuestra economía que no se vea afectada por esta cruel política, violatoria de los derechos humanos de once millones de cubanos que han visto, además, en los últimos tiempos una intensificación de las acciones desestabilizadoras desde el vecino país.

Lo expresó claramente en abril pasado el General de Ejército Raúl Castro cuando afirmó que "el daño que estas medidas causan al nivel de vida de la población no es fortuito ni fruto de efectos colaterales, es consecuencia de un propósito deliberado de castigar en su conjunto, al pueblo cubano."

El bloqueo norteamericano es inmoral y genocida. No es legal, ni ético, pues ningún país tiene el derecho de someter a otro, de tratar de imponerle un sistema político ajeno y privarlo de su derecho al progreso.