Imagen ilustrativa tomada de Archivo/RHC

Por Roberto Morejón (RHC)

Como si no fueran pocas, Estados Unidos agregó una nueva baza a la ya prolija lista de desencuentros con China, al capitanear el boicot diplomático a los juegos invernales en Beijing, en febrero próximo, con el ajado argumento de los derechos humanos.

Washington enviaría atletas y no personal oficial, para, según dice, castigar al gigante asiático por alegadas violaciones de las libertades ciudadanas.

Rechazadas enérgicamente por los voceros en Beijing, las alusiones a coyunturas internas en China han sido denunciadas como una cortina de humo del verdadero propósito, restarle prestigio al adversario económico en sus relaciones con el resto del mundo.

Para el superpoblado país, las acciones de Washington, secundadas por pocos Estados de Occidente, contradicen el espíritu olímpico y politizan unos juegos de la confraternidad.

No pocas alarmas desató la administración demócrata de Joseph Biden en el mundo, donde crece la irritación por su convulsiva contienda como virtual guardián de las libertades en el planeta.

Además, por el camino de la discordia la Casa Blanca neutraliza las escasas esperanzas de un declive en la crispación provocada por la incesante ojeriza hacia China.

Los presidentes Joseph Biden y Xi Jinping sostuvieron una videoconferencia en noviembre pasado de la cual emergió un acuerdo para rebajar los impedimentos de visado que cada país coloca a los periodistas del otro lado.

A ese punto de ignición llegaron los nexos después de una agitada presidencia de Donald Trump (2017-2021), con sus exabruptos y escarnios, hasta irrumpir en una administración demócrata continuadora de la aspereza.

Desde la especulación sobre el origen de la Covid-19 hasta el boicot a la tecnológica Huawei, desde el lanzamiento de dardos por lo ocurrido en Taiwán y Hong Kong hasta el escozor por la presencia económica de China en otras latitudes, No cesan las armazones para fustigar al calificado de rival.

Analistas se preguntaron si no se está ante un intento de restarle medios de lucimiento a China, atendiendo a su formidable avance económico y tecnológico, durante unos juegos de invierno que los anfitriones alistan con minuciosidad.

Beijing se convertirá en la única ciudad del mundo en acoger ambas aristas de los Juegos de Olímpicos, los de verano e invierno.