Una de cada 10 personas vive en condiciones de hambre en América Latina. Foto: AP
Por María Josefina Arce (RHC)
El fantasma del hambre sigue recorriendo el mundo. La aparición de nuevas variantes de la COVID-19, como Ómicron con su ritmo vertiginoso de transmisión, y los bajos niveles de vacunación, sobre todo en las naciones menos desarrolladas, hacen temer un agravamiento de esa problemática para el 2022.
La realidad es que la llegada de la COVID-19 trajo no solo una crisis sanitaria a nivel mundial, sino que llevó al aumento del desempleo, de la pobreza, los precios, de los alimentos y el hambre.
En el mundo, entre 720 millones y 811 míllones de personas padecieron hambre el pasado año, cuando la COVID-19 afectó con fuerza a las distintas áreas geográficas.
Un panorama especialmente crítico para América Latina, la región más desigual del planeta. De 2019 al pasado año, 60 millones más de personas se sumaron al ejército de hambrientos, la peor cifra de las dos últimas décadas.
Actualmente, cuatro de cada 10 personas de la zona no se alimentan adecuadamente cada día, y una de cada 10 vive en condiciones de hambre.
Estos datos demuestran que en términos de seguridad alimentaria Latinoamérica califica como la peor en 2020 y mantiene por seis años consecutivos un crecimiento del hambre.
Un informe elaborado por varias agencias de la ONU reveló que las mujeres continúan siendo las más golpeadas por esta situación. De acuerdo con las estadísticas, cerca de 42% de este sector poblacional ve afectado su derecho a la alimentación, mientras que entre los hombres este índice es de 32,2%.
Una brecha que aumentó sensiblemente desde 2019 e impacta en especial, a las féminas del sector rural, aseguran los organismos internacionales.
El aumento del desempleo y por tanto, la disminución o pérdida de los ingresos familiares a causa de la pandemia provocó el agravamiento de este panorama en el mundo y en especial, en América Latina, dónde han sido insuficientes las políticas públicas para garantizar la seguridad alimentaria.
Incluso, antes de la COVID- 19 ya era una preocupación a nivel mundial el aumento del hambre por diversos factores como los conflictos bélicos, las condiciones socioeconómicas, los desastres naturales y el cambio climático.
El 2022, de acuerdo con los pronósticos, parece que no será mucho mejor, lo que hace temer que se aleje aún más para muchos países la meta de eliminar el hambre, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030.