Partidarios de Trump asaltan el Capitolio y detienen la ratificación de la victoria de Biden. RTVE
Por: Roberto Morejón
Los estadounidenses permanecen tan divididos en relación con muchos asuntos como en enero pasado, el país sigue amenazado por la violencia, y la justicia está lejos de desentrañar los alcances y autores intelectuales del asalto al Capitolio en Washington.
Ni con sus enfáticos ataques al inspirador de aquella invasión al llamado templo de la democracia, el presidente Joseph Biden logró ahora avanzar en la cicatrización de las heridas, como prometió hacer.
Las turbas persuadidas de que su talismán, el entonces primer mandatario Donald Trump, había sido despojado de una victoria en los comicios de noviembre de 2020, no han sido las únicas en creer en tal afirmación, a pesar de las pruebas presentadas.
Más de la mitad de los votantes del Partido Republicano todavía dice que los demócratas robaron el triunfo a Trump, y este repite la falsedad, sin importarle exacerbar los ánimos.
A la polarización reinante ayuda la lenta marcha de las investigaciones por las vías judicial y legislativa, y que solo estén señalados 700 acusados con 71 condenas.
Muchos estadounidenses y el resto de los habitantes de este planeta aún se preguntan cómo llegó el país autoenarbolado como baluarte de la democracia a una insurrección contra el Capitolio, que dejó cinco muertos así como 140 policías y agentes heridos.
Y si de interrogantes se trata, están latentes las relacionadas con los comicios de medio término este año, pues el horizonte no está despejado del peligro de otra confrontación.
Como se sabe, cualquier rivalidad es hondamente riesgosa en un país con casi seis mil bombas atómicas y armado hasta los dientes.
También existen grupos supremacistas blancos, disturbios raciales y mensajes destinados a soliviantar almas, lanzados por medios de comunicación.
No por casualidad una encuesta realizada en 2019 arrojaba que casi la tercera parte de los estadounidenses consideraba “probable” el surgimiento de una guerra civil en cinco años.
En ese contexto no queda en el olvido la escalofriante imagen de un miembro del grupo extremista QAnon, disfrazado de bisonte, parapetado en el Senado de la nación más rica y poderosa militarmente.
Tampoco se relega al pasado la gran duda de muchos terrícolas, resumida por el presidente de Ucrania, curiosamente arropado tanto por Trump como por
Biden: “Es difícil ver a Estados Unidos como un símbolo de la democracia después del asalto al Capitolio”.