Por: Guillermo Alvarado
El presidente de Argentina, Alberto Fernández, rechazó de manera contundente la intención del Fondo Monetario Internacional, FMI, de imponer a su país un programa de ajuste a cambio de reprogramar los pagos de un crédito otorgado durante la administración de Mauricio Macri.
La operación se realizó en 2018 y fue considerada escandalosa por el monto contratado, 56 mil 300 millones de dólares, uno de los más elevados concedidos por esa entidad, pero también porque la mayor parte del dinero fue a parar a cuentas particulares en el extranjero.
Cuando Fernández llegó a la Casa Rosada ya se habían entregado 44 mil 200 millones de dólares y las nuevas autoridades se negaron a recibir el resto, justamente por el impacto que tendría a corto y mediano plazo.
A pesar de eso las cargas son muy onerosas porque solo en 2022 se debe pagar entre capitales e intereses la cantidad de 19 mil millones de dólares, a los que se suman otros 20 mil millones el año próximo.
Esto es una piedra atada al cuello de la economía argentina, que Macri dejó en crisis cuando salió del gobierno y luego sufrió el impacto de la pandemia de covid-19, lo que impidió llevar adelante el programa de recuperación prometido por Fernández.
Incluso una investigación interna del FMI determinó que el crédito fue entregado en condiciones irregulares y que no se cumplió con los objetivos pactados, lo cual no impide que ahora trate de aplicar medidas extremas para recuperar el dinero.
Las alternativas son diabólicas porque si paga como está previsto, la economía nacional se va por la borda, si acepta el plan de ajuste para reprogramar la deuda, son los programas sociales y la gente los que sufrirán, y si se declara en cesación de pagos, el país se expone a sufrir represalias financieras.
El Fondo y su principal accionista, Estados Unidos –ojo, no olvidar este dato- están actuando como vulgares agiotistas, esos delincuentes que prestan dinero a intereses indecentes para tener a su víctima por el cuello y sacarle hasta la última gota de sudor y sangre, porque saben que no puede pagar.
Hace cuatro años rompieron las reglas para salvar a Macri y ahora buscan ahogar a una administración que no les es simpática con la intención, vaya usted a saber, de que el macrismo, o sea el neoliberalismo, retorne justo cuando hay vientos de cambio progresista en Sudamérica.
En los próximos días va a Washington el canciller argentino, Santiago Cafiero, para tratar con Anthony Blinken este tema. No va a Ginebra a reunirse con Kristalina Georgieva, directora del FMI, porque todo el mundo sabe quién es, en el Fondo, el que de verdad manda.