Por:  Roberto Morejón

Antes de su salida del poder en marzo, el presidente chileno, Sebastián Piñera, profundiza su impopularidad, al informar el gobierno sobre una millonaria adjudicación a dos empresas privadas para la extracción de litio, suficiente para generar críticas de la oposición.

Hasta el presidente electo, el popular Gabriel Boric, manifestó su desacuerdo porque en su criterio el gobierno neoliberal saliente debería analizar aún más la licitación.

Piñera, quien desde el estallido social de fines de 2019 sufrió una erosión de su credibilidad ante los ciudadanos, ahora enfrenta nuevas imprecaciones.

Lo señalan por impulsar, sospechosamente de forma acelerada, la licitación de contratos para la extracción de litio, un metal estratégico, a tan solo dos meses de abandonar el cargo.

Para algunos observadores se trata de una “ley de amarre” con vistas a fomentar la extracción de un elemento clave para fabricar baterías destinadas a vehículos eléctricos.

Es cierto que las dos empresas seleccionadas tendrán acceso únicamente a 1,8 por ciento de las reservas conocidas de litio en el país austral, pero dada su significación cualquier caudal convenido es importante.

La oposición chilena respondió a la decisión del oficialismo con la presentación de una solicitud a la Contraloría para investigar la discutida licitación.

En opinión del diputado socialista Leandro Soto, el gobierno chileno regala el producto estratégico a través de contratos de operación de 30 años.

Otros políticos destacaron la intención de soslayar la próxima carta magna, ahora en escritura por la Convención Constitucional, concebida como salvaguarda de los recursos naturales de Chile.

Entendidos en la materia subrayaron que vender el litio como materia prima genera pocos ingresos, a falta de valor agregado.

No son pocos los que advierten sobre lo que denominan intentos del gobierno de turno para despojar a Chile de un patrimonio esencial.

De ser cierto, sería un golpe demoledor para la nación con la mitad de las reservas mundiales del llamado oro blanco.

Para Piñera, el negocio del litio lo vuelve a colocar sobre un volcán, al que trepó inicialmente cuando lo involucraron en la compraventa del polémico proyecto minero Dominga, del cual su familia fue la mayor accionista hasta 2010.

Rico empresario, el Primer Mandatario ostenta gran peculio, pero exiguo capital político.