Más inversiones
Por: Guillermo Alvarado
El presidente de Argentina, Alberto Fernández, anunció el fin de semana que se logró un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, FMI, para renegociar el oneroso préstamo que fue concedido durante la administración de Mauricio Macri y cuyos vencimientos amenazaban la economía del país.
De acuerdo con la versión oficial se impidió así caer en una situación de impagos, lo que en términos técnicos se conoce como “default”, lo que habría implicado severos daños financieros, entre ellos la imposibilidad de acceder a nuevos recursos y el alejamiento de la inversión extranjera.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, explicó también que se alejó el fantasma de un programa ajuste por parte del FMI, que habría tenido un elevado costo social y político, y que junto a la inflación eliminaría toda posibilidad de reactivación.
La verdad es que tal y como se negoció originalmente la operación, Argentina no podía pagar en los plazos estipulados, menos aún tras el desastre económico que dejó Macri y los efectos de dos años de pandemia.
Sin embargo hay mucha polémica sobre si este reciente acuerdo resolverá el problema de raíz, o lo único que hace es diferir la sentencia.
Aunque faltan puntos por confirmar, la renegociación implica que el FMI prestará a Argentina el dinero necesario para abonar el crédito de 44 mil 500 millones de dólares otorgado a Macri, pero a cambio de rigurosas inspecciones trimestrales, lo cual implica una pérdida parcial de la soberanía económica.
Al cabo de dos años y medio se habrá pagado el capital más los intereses, sin embargo entonces la nación austral tendrá una nueva deuda por el mismo monto, cuyas condiciones todavía no están suficientemente claras.
O sea, lo que se gana es tiempo para fortalecer la economía mientras llega el momento de enfrentar otras obligaciones, una especie de mal menor.
Se afloja la soga al cuello, pero no se retira por completo, algo que no dejó satisfecho a todo el mundo. Existe una fuerte corriente, con argumentos sólidos, que reclamaba otra salida: declarar ilícito el crédito original porque durante su trámite se cometieron graves delitos e irregularidades.
Macri no contó con autorización del Congreso para tramitar el préstamo, ni siquiera emitió un decreto presidencial a favor de su ministro de economía y luego flexibilizó las normas financieras para que el dinero saliera como llegó.
El Fondo violó sus propios estatutos al comprometer un dinero que no tenía, o aprobar un préstamo a un país con graves problemas de fuga de capitales.
Lo que hizo el FMI me recuerda aquel viejo refrán popular mexicano que dice: “Jalisco nunca pierde, y cuando pierde arrebata”.