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Por: Guillermo Alvarado
Por increíble que parezca en Estados Unidos, el país más rico y la primera potencia militar del planeta, en estos días millones de familias están viviendo en la angustia por la ausencia en los estantes de un alimento básico, la fórmula láctea destinada a la nutrición de los bebés.
Son numerosos los factores que inciden en esta insólita situación, entre ellos los rasgos característicos del sistema de producción que rige en la nación norteña, donde se aplica una fuerte política proteccionista para dificultar el acceso de firmas foráneas al mercado interno.
De esta manera la llamada leche de fórmula está en manos de cuatro grandes firmas, Abbott, Gerber, Mead Johnson y Perrigo Nutritionals que proveen casi el ciento por ciento de la demanda nacional.
La más grande de ellas, Abbott, tuvo que cerrar sus principales plantas y retirar su producto del mercado por el descubrimiento de una bacteria en su fórmula, que infectó a cuatro niños, de los que murieron dos.
Cuando este lácteo comenzó a escasear, el miedo se instaló entre los hogares que acudieron en masa a hacer compras de pánico, lo que se tradujo en el desabastecimiento en casi todo el país. La gran pregunta es: ¿por qué se produjo esta reacción entre la gente?
Aquí entra a jugar otro factor propio de esa sociedad. En la democracia perfecta no existe la licencia remunerada por maternidad, las mujeres que dan a luz deben utilizar sus días de vacaciones o acogerse a un permiso sin sueldo que, por ley, sólo pueden otorgar empresas con más de 50 trabajadores.
De tal manera que el embarazo, el parto y el cuidado del neonato se convierten en un problema serio para las mujeres y las familias en general.
En consecuencia, la recomendación de la Organización Mundial de la Salud de alimentar a un bebé exclusivamente con leche materna en sus primeros seis meses sólo está al alcance del 25 por ciento de féminas, y es inexistente para el resto, en particular las más pobres que dependen de un empleo para vivir.
De allí que el uso de fórmulas lácteas sea realmente indispensable.
La transnacional Abbott ya recibió autorización para reabrir su principal fábrica, pero advirtió que tomará semanas alcanzar de nuevo el abastecimiento normal, por lo que la crisis continuará.
En estas circunstancias, la Casa Blanca tuvo que echar mano de la Ley de Producción de Defensa, una normativa propia de tiempos de guerra, para acelerar la producción de la fórmula láctea. También autorizó incrementar los vuelos para importar este alimento, incluso con aviones del Pentágono.
Cosas veredes, amigo Sancho, como afirman que dijo ese incansable y romántico luchador, don Quijote de la Mancha.